I: Índigo

40.5K 1.8K 796
                                    


Kaori comenzaba a arrepentirse de pasar las vacaciones decembrinas ahí, en Inglaterra. El invierno era muy intenso y la nieve estaba haciendo de las suyas.

Su amiga Yuna, la más entusiasta, las había convencido a ella y a Saika de caminar por la ciudad. Yuna parecía no tener frío, pues caminaba alegremente tomando fotografías por ahí y por allá sin guantes puestos. Lo único que la mantenía cálida era un abrigo no muy grueso y una bufanda de estambre.

—Winchester es una ciudad preciosa—dijo ella mientras seguía tomando fotos con flash—¿Verdad chicas?

—Te hubieras abrigado más —contestó Saika con las manos en los bolsillos—, vas a enfermarte.

—Heeey, ya te dije que no tengo frío, además, eso no te pregunté.

—Sí, es muy bonita.—le dijo Kaori—Una belleza triste.

—¿Triste?—Yuna apagó la cámara y la guardó en su bolso—¿Por qué?

—El cielo gris, la nieve...Podría filmarse una escena trágica aquí, ¿No crees?

—No creo— dijo.

Kaori le sonrió, esa respuesta era típica de Yuna. Sólo ella sería capaz de ver alegría en ese lugar. Era la menor de las tres, en dos meses cumpliría los veinticinco. Aun así, Kaori y Saika siempre la miraban como una adolescente de quince.

—Deberíamos volver al hotel, ya tengo hambre.—dijo Saika.

—Pero comimos hace cuatro horas.— objetó Yuna para cruzarse de brazos y voltear a su lado derecho con disgusto.

Yuna abrió los ojos a toda su expresión al encontrarse con cierto edificio. Detuvo su caminar y las otras dos, al ver que ella se había quedado atrás, volvieron hasta donde estaba.

—¡Vean!—dijo Yuna asombrada sacando su cámara de nueva cuenta —¡Es Wammy's House!

—¿Eh?—Saika miró a donde Yuna fotografiaba, un bonito letrero de madera— "Orfanato Wammy's House"

—"Niños del mañana"— leyó Kaori debajo del nombre, tan sorprendida como Yuna. Jamás creyó que volvería a ver ese edificio otra vez.

—Orfanato Wammy's House.—dijo Yuna—Uno de los tantos que hay por el mundo, todos fundados por el inventor británico Quillsh Wammy.

—¿Cómo es que sabes tanto?—preguntó Saika.

—Ya sabes, amo leer sobre teorías conspirativas. Un rumor muy interesante rodea todos los orfanatos fundados por Wammy a lo largo del mundo.

 —¿Y cuál es?

—Todos los niños que viven en esos orfanatos son superdotados. Compiten para heredar un cargo realmente importante. Al parecer Wammy tenía un plan, y la mejor pantalla para esconder a sus pequeños genios era un orfanato.

—¿Tenía? ¿O sea que Wammy está muerto?

—Lo está. Pero bueno, era muy viejo ya. Si todo es cierto, debe haber una persona nueva encargándose de los orfanatos y continuando con el plan.

—Un cargo importante...—Saika se llevó una mano al mentón—Mmmm...Tal vez, ustedes saben, cuestiones Illuminati.

—¡Illuminati, no lo dudo!—la apoyó Yuna.

—Estén seguras de algo. —dijo Kaori—Ahí no hay ningún aspirante a líder de la nueva orden mundial. Son sólo niños.

—¿Cómo puedes estar tan segura?—protestó Yuna.

Kaori suspiró, Yuna siempre era muy crédula.

—Porque yo estuve ahí.

—¡¿Estuviste ahí?!—Yuna la abrazó rápidamente—¡Lamento mucho que fueras huérfana! ¡Oh por Diooos, debiste decírnoslo antes! ¡Lo siento, lo siento, siempre fui muuuuy imprudente! Recuerdo cuando te dije que te parecías mucho a tus padres y...

—Yunaaaa— Kaori sentía cómo el aire se le escapaba a causa del fuerte abrazo—. No te disculpes, no era huérfana.

—¿No? ¡Qué alegría!—la soltó rápidamente.

—Entonces fuiste de visita. —dedujo Saika.

—Así es.

—¿Y los niños? ¿Se veía que eran genios?—dijo Yuna. Al parecer seguiría insistiendo.

—Pues...Eran peculiares eso sí, pero no estoy segura. No recuerdo mucho, tenía solo ocho años.

—Yo sigo creyendo que hay superdotados ahí. — concluyó Yuna, mientras rodeaba su ojo derecho con sus dedos formando un triángulo.

Las tres continuaron caminando, Kaori volteaba hacia atrás cada cierto tiempo contemplando como el orfanato se encogía más y más.

Tal como lo había dicho, Kaori había visitado aquel lugar a la edad de ocho años. Ahí adentro existía una atmosfera mil veces más triste que la del paisaje de Winchester. Para ese entonces también era invierno.

Los padres de Kaori, ambos médicos, gustaban de asistir a eventos de caridad junto a su hija. Ellos creían que aquello era positivo para Kaori, aprendería a ser alguien sencillo y de buenos principios. Faltaba un día para la llegada de nochebuena y el padre de Kaori manejaba rumbo al orfanato. En la cajuela había dulces y juguetes. Kaori, con el cabello recogido en dos trenzas, comía de sus galletas favoritas mientras miraba por la ventana. Era una noche lluviosa y había mucha niebla. Kaori guardó sus galletas en su mochila y se dispuso a dibujar en el vidrio empañado.

Cuando llegaron Kaori se quedó sin habla. Todos los niños ahí emanaban frío, y no porque dentro el clima estuviere así. Los sentimientos de todos parecían estar congelados.

—Oh, han llegado.—el director les dirigió una sonrisa—Niños, ellos son la familia Yami.

De pronto todos sonrieron y se acercaron a ellos, saludándolos.

Los padres de Kaori agradecieron y comenzaron a organizarlo todo. Kaori abrió su mochila y comenzó a sacar los peluches que había traído. A Todos les había atado un collar con una pequeña campana en el cuello. Perros, gatos, vacas, cerditos...

Todos lucían hermosos con esos collares.

Después de comer y los juegos de mesa Kaori comenzó a repartirlos. Aquellas sonrisas hacían al lugar ser verdaderamente cálido.

—Este es para ti, y este para ti...—Kaori continuó hasta quedar frente a un chico. Era mayor que ella, tenía unos trece o catorce años—Ten, este es tuyo.

El muchacho tomó el gato de peluche y se estremeció al escuchar el sonido de la pequeña campana.

Era muy alto y tenía el cabello más negro que el de Kaori. Su piel imitaba el tono exacto de la nieve. Sus pupilas parecían siempre estar dilatadas.

—Eh... ¿No te gustan los peluches? Bueno, es que ya eres un muchacho grande.—dijo Kaori.

El muchacho no le respondió, sólo la seguía mirando fijamente.

Entonces a Kaori se le ocurrió darle la bufanda que tenía puesta. Era color azul índigo. Una manía de Kaori era que ella no nombraba los colores a secas, siempre con sus tonos. Rosa fucsia, rojo anaranjado, por citar ejemplos.

—¿Te gusta? Mira, el azul índigo te combina bien. Esta bufanda va a durarte años, yo ya llevaba mucho tiempo con ella.—Kaori le rodeó el cuello con ella—También tengo esto. —La niña se sentó a un lado del joven y sacó las galletas que le quedaban—Son las mejores.

El chico sonrió y las tomó con timidez, usaba apenas la punta de los dedos.

Habían pasado casi diecisiete años desde entonces.

Life NoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora