1: Caída libre

72.6K 2.1K 100
                                    

April

Sentía como mis piernas temblaban, el elevador se estaba deteniendo, sabia a donde iba, era la opción correcta, no había aplastado algún botón equivocado, era el acertado porque ahí quería ir, a medida que avanzaba los latidos de mi corazón eran más lentos. Sentía temor, cualquiera lo pudo haber sentido, pero nadie estaba en mi posición, nadie sentía lo que yo estaba sintiendo. Estaba por llegar, algunos segundos y estaría abriéndole la puerta al presente fatal.

La puerta se abrió, caminé hasta el lugar donde sabía que se acabaría todo, hasta el más pequeño de mis problemas, el viento era cálido, pero no debía disfrutar de él, no iba por la linda vista, estaba dispuesta a morir. Me paré en la orilla del edificio, no había nadie por ningún lado, no fallaría nada hasta que de repente...

- ¿Qué estás haciendo? -dijo un muchacho bajándome de la orilla del edificio- ¿estás bien? ¿qué pensaste?

Me sobresalté ya que no había visto a nadie según yo y mi torpe vista periférica, tal vez era un intento desesperado de mi miedo creciente.

-Si... eh sí, estoy bien -dije mirándolo aún confundida por lo que pensaba hacer- ¿quién eres tú? ¿dónde estabas? No te vi al llegar ¿me conoces?

Pero seguía tambaleándome entre la vida y la muerte, no me atrevía a dar un paso al frente pero tampoco hacia atrás.

-Mira -dijo mirándome fijamente, tan fijo como podía- no quiero que te mueras de un infarto así que vamos a una cafetería muy linda que conozco a dos cuadras ¿qué opinas? Solo aléjate del barandal.

Camine con él, no sabía su nombre, no sabía nada de él, solo sabía que íbamos a la cafetería y que me había desviado de mi intención real, no me dejo terminar de hacer lo que debí hacer. Me interrumpió y en ese momento estábamos yendo por un café. Aún sin saber de donde salió presiento que lo conozco, pero no sé de dónde.

Bajamos el elevador en silencio, no sabía cómo o que hacer, sentía vértigo porque en ese instante en vez de bajar el elevador quizá estaría bajando a algún otro lugar donde ni siquiera tendría pulso. Caminamos hasta la cafetería que estaba a dos cuadras, al parecer era honesto ya que no estaba tan lejos, aunque en silencio si parecía mucho, entramos, el nombre era "Donde los sueños suceden" nunca había oído sobre esa cafetería, pero olía delicioso a café, estábamos esperando un pastel de fresa con un smoothie de galleta y unas galletitas de chispas acompañadas de un cappuccino. Debo admitir que se veía un poco más caro de lo que podía pagar en ese momento.

-Ahora dime bien toda la historia desde el principio -dijo mirándome fijamente- quiero saber por qué ibas a saltar de esa manera, quizá pudiste haber quedado viva, aunque inmóvil. En realidad, no quiero ni pensarlo, quiero ayudarte.

Si tú hubieras tenido unos análisis de sangre justo como los míos obviamente te hubieras querido quitarte la vida, bueno, acabar con dos vidas.

-Yo... lee esto -dije tendiéndole un papel- es esa la razón, mi familia me asesinaría si lo leyera y ni siquiera sé quién es su padre, recuerdo un poco su cara, pero no del todo ¿seguro que no nos conocemos? Tenía y tengo tanto miedo que volvería a subir a ese edificio.

Esperaba que no fuera de la clase de moralistas que disfrutaban de opinar en las vidas ajenas porque ni por un delicioso postre gratis me iba a quedar a escucharlo.

-Pero estas embarazada -dijo mirándome- pensabas matar a alguien que posiblemente ya esté creciendo ahí, en esa panza a la que le pondrás unas galletas y un cappuccino en unos minutos.

Bueno, era hora de empezar el plan de huida porque no me iba a quedar escuchando un regaño, me esperaba uno muy fuerte en casa.

-Lo sé -dije- pero ¿qué otra cosa puedo hacer? Diecisiete son la edad menos indicada para pensar en una familia, a todo esto ¿cómo te llamas?

Mi consecuenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora