Muerte en el desfiladero

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— Creo que debería ver esto, agente Miller — Decía el agente Mark Johnson haciéndole señas a la joven mujer para que se acercara. 

— ¿Qué has encontrado? — Dijo ésta poniéndose en cuclillas a su lado, mientras algunos mechones dorados se escapaban de su coleta, bailando indiscretamente por entre sus ojos de color ámbar.

— La víctima parece que ha muerto por la caída, de eso no hay duda, — Dijo Mark mirando hacia arriba, al final del desfiladero, entornando sus ojos negros con duda — presenta varios politraumatismos, varios huesos rotos producto de la caída.

— Sí, eso pasa si te caes de más de diez metros de altura — Agregó Natalia Miller de forma mordaz, como si su compañero de trabajo dijera nada más que lo obvio — Creo que nuestro caso está resuelto.

Mark le echó una mirada de soslayo, y ella lo miró estudiándolo disimuladamente, siempre le habían fascinado sus leves facciones orientales, heredadas de su madre coreana, pero mitigadas por su padre de sangre europea. Mark carraspeó al notar su mirada, solía mirarlo de aquella manera, pero nunca se preguntó el porqué, se inclinó un poco más hacía la víctima, dejando que su cabello azabache le tapara las sienes.

— ¿No te parece raro? — Dijo Mark Johnson — ¿Que el cadáver haya chocado sobre las rocas puntiagudas y no se haya desangrado?, mira su espalda — Dijo volteando el cadáver — Tiene la piel abierta por las rocas, y sin embargo ni una gota de sangre.

— Entonces lo mejor será que lo llevemos a tu laboratorio, para mirarlo más detenidamente.

Ya en el laboratorio Mark le dictaba a su compañera parte del informe, mientras ésta tomaba nota en una libreta.

— Jesica Martínez, veintiún años, caucásica, presenta fractura de cinco costillas, y en la quinta y sesta vertebra, perforación en el pulmón derecho, y... — Mark se quedó en silencio, con sus dedos enguantados sobre el cuello de la muerta, su expresión era perpleja, podía decirse que su cara estaba blanca, como si la sangre se hubiera drenado de su rostro.

— ¿Qué sucede, Johnson? — Dijo ésta dando tres pasos hasta igualarlo a su compañero.

Natalia enfocó la vista donde descansaban los dedos de Mark, ella también se sintió palidecer, en el cuello de la muchacha descansaban dos marcas, parecían ser dos pequeñas incisiones, como de espinas o ajugas.

— ¿Qué es eso?, parecen... — Y se detuvo, antes de decir una estupidez, eran profesionales, no podía arriesgarse a decir fantasías.

Mark tomó su computadora y buscó una imagen, en la pantalla apareció una picadura similar, con las dos incisiones.

— Estas son picaduras de un murciélago.

— Se parecen — Confirmó Natalia — A excepción de que estas son a una escala mayor, posiblemente el doble, o triple.

— Como a una dentadura humana — Agregó el agente, con algo de miedo en su voz, esperando al mismo tiempo recibir las palabras de rechazó por parte de su compañera.

— No existe un murciélago tan grande.

— El acantilado es zona de murciélagos vampiros. Eso explicaría el hecho de porque no sangró — Mark tomó un bisturí y comenzó a cortar por encima de la yugular, ésta se encontraba vacía, completamente seca — No tiene sangre en su cuerpo.

— Un murciélago nunca pudo haberse tomado toda la sangre de una mujer adulta, es científicamente imposible.

— Lo sé, pero la evidencia muestra lo contrario. Velo por ti misma, sus venas están completamente secas — Mark caminó hasta el escritorio, y tomando una carpeta de la pila que descansaba sobre la madera, la abrió leyendo el informe — Le pedí al capitán de la policía los archivos sobre todas las muertes registradas hasta el momento en el acantilado, Y ¿Adivina qué?, todas presentan estas picaduras en el cuello.

Crímenes de PenyntonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora