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En cuaderno viejo de Félix Ruiz

4 de octubre de 2015

Hoy ha sido un día de esos que me encantaría guardar por siempre en mi memoria y por eso es que lo escribo. Luis nos pidió que nos quedáramos a una reunión extraordinaria y todos nos quejamos en cuanto vimos la nota pegada en el tablero de anuncios. Para ser sincero, no tenía nada mejor que hacer por la noche. Tal vez me habría pasado el tiempo viendo series en Netflix o alguna cosa por el estilo.

La cosa es que Julia no quería asistir porque estaba enojada con Gaspar. Ese pelmazo le dio donde más le dolía diciéndole que era una escritora sin futuro. Estaba por ir a golpearlo cuando Julia le dio una bofetada que casi lo dio vuelta. Todos nos quedamos de una pieza, y Clara fue la primera en ir a socorrer a Gaspar, mientras yo fui directo a buscar a Julia. Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero no lloró. Tampoco quiso que la abrazara, solo dijo que no importaba y se quedó en silencio el resto del día.

Por la noche, todos estábamos alejados los unos de los otros. Las sillas estaban ya arriba de las mesas, porque hace poco Julia había limpiado el suelo concienzudamente. La verdad es que lo limpiaba con tanta energía que me dieron ganas de preguntarle si se estaba imaginando que borraba la cara de Gaspar. Pero como ella no tenía ganas de hablar no le pregunté nada.

Luis se demoró un poco en llegar, porque, según nos dijo, primero pasó a su casa a acostar a sus hijos. En cuanto volvió, nos dijo que bajáramos las sillas de una de las mesas y nos sentamos alrededor de ella. Estábamos todos en silencio, mientras lo veíamos sacar algo de detrás del mostrador. ¡Era vodka! Dijo que nos despediría si no agarrábamos un vaso justo en ese momento y nos servíamos uno con Sprite. La verdad, todos empezamos a mirarnos con sonrisas. Le hicimos caso y en unos minutos estábamos todos sentados mirándolo. Empezó a hablar sobre la camaradería, sobre el trabajo en equipo, sobre que debíamos querernos los unos a los otros porque al fin y al cabo, quienes trabajaban en la catedral, debían ser como una familia. La lengua empezaba a enredársele mientras seguía bebiendo vodka y Julia lo miraba sonriendo, con las mejillas coloradas.

Llegado a cierto punto, ella lo interrumpió y gritó: "¡Este café debería llamarse El Despeñadero de los Sueños!" Gaspar empezó a decir que era cierto y Luis miraba a todos confundidos. Así que Julia explicó el porqué: "Todos los que estamos acá queríamos hacer algo diferente a lo que estamos haciendo, y no te ofendas, Luis, pero este café ha sido el refugio de un montoncillo de almas perdidas que están tratando de encontrar aquello que quieren y no pueden tener. ¡Yo quiero ser escritora! Y no lo soy, ¿lo entiendes? Debería encontrar una editorial que edite mis cosas, pero eso es mucho más fácil encontrarle la quinta pata al gato. ¡Félix quiere ser actor! Y míralo, está aquí en este café, actuando en una compañía de teatro de medio pelo (no te ofendas) donde ni siquiera le pagan. ¡Y Gaspar! Arranca de su padre, porque su sueño es forjar su camino de abogado por sí mismo. Y Clara... Bueno, yo no sé qué quiere hacer Clara pero está aquí de todas formas, así que... Este es el Despeñadero de los Sueños adolescentes. Es como un grupo de apoyo. Una familia unida por la desgracia, pero familia al fin". 

Fue muy gracioso cómo se tentaba de risa luego de terminar de hablar.

A Luis pareció encantarle lo que dijo, porque sus ojos se llenaron de lágrimas. Señaló que nos quería a todos y que no quería vernos pelear del modo en que lo hacíamos. Si todos estábamos ahí, era porque debíamos apoyarnos en todo aquello que queríamos emprender. Nuestra tarea ahora, más que trabajar (lo cual debíamos hacer sí o sí) era salir de ese Despeñadero del Olvido y emprender el vuelo hacia el éxito personal.

Más tarde, Gaspar tomó una hoja y empezó a escribir los requisitos que exigiríamos desde este momento para entrar a trabajar al Café. No los tengo a manos, pero luego realizaré una entrada con ellos.

Al final, todos nos fuimos cantando La Vida Es Un Carnaval de Celia Cruz y por los gritos que daba Clara al cantar, sé que despertamos a todos en la cuadra. 

Escribo esto sonriendo, porque fue un buen día.

Félix. 

PD: Tengo una foto con Julia, y eso me hace feliz. 


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N. A.: Generalmente no escribo cuando se trata de esta obra. Pero me gustaría saber qué opinan de ella. Debo tener algunos lectores fantasmas. Les pediría que se muestren y me digan si el curso que toma la historia les gusto. 

Muchos abrazos. 


El Despeñadero de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora