Capítulo 14

29 0 0
                                    

   Brillaba. Aunque ¿cuándo no lo hacía? Era la völcania de la luz, claro que brillaba. Pero ahora lo hacía más. Quizá fuera por el tiempo que llevaba sin verla o quizá por la intensa luz que entraba por la pequeña ventana de la gran habitación y que enfocaba únicamente su persona, aunque seguramente fuera por las gotas de sudor que resplandecían por todo su cuerpo. El uniforme de guerra no tapaba demasiada porción de piel, pero ella siempre se había sentido más cómoda luchando así y rechazaba las pesadas armaduras; además, la parcial desnudez en su espalda permitía que sus alas, grandes y blancas, pudieran aparecer en cualquier momento. Estaba convencida de que era inalcanzable y, aunque todos insistían en que debía usar protecciones, daba por hecho que la extremada dureza de su piel sería suficiente defensa si alguien era capaz de alcanzarla.

Era rápida, no lo podía negar, su parcial transformación, visible gracias a sus pupilas verticales y el alargamiento de sus uñas, ya casi garras, la convertía en una sombra que apuñalaba sin titubeos a los tres muñecos de entrenamiento en los puntos vitales de un humano, a pesar de que estos estaban en constante movimiento. Apenas podía recordar la última vez que había visto su transformación completa, pero desde luego recordaba lo espectacular que era. Recordaba haber acariciado sus alas con asombro, admirado su vuelo desde el suelo y sentido la luz en cada poro de su piel. Sonrió ante tal pensamiento y con cuidado volvió a guardarlo en el cajón de su mente en el que lo tenía escondido porque no quería perderlo nunca.

Y allí estaba de nuevo, espiando a su mejor amiga a pesar de que no había sido esa su intención, no se estaba escondiendo, simplemente ella se encontraba demasiado inmersa en su entrenamiento como para notar su presencia. Era algo raro, Oscandra siempre andaba alerta. Además, jadeaba. Eso era más raro aún e indicaba que llevaba por lo menos cuatro horas ahí metida ¿cuántos muñecos habría echado a perder?

De pronto, la reina tiró sus armas y estas tintinearon al chocar contra el suelo. Sus víctimas, en estado ya lamentable, se detuvieron y quedaron en fila india frente a ella que los miraba respirando con dificultad. Levantó su mano derecha y la bajó tan rápido que partió al enemigo central con un tajo limpio. Después, colocó cada una de sus manos en las cabezas de los dos restantes y sus brazos comenzaron a brillar, esta vez de verdad. Una luz intensa los recorrió hasta llegar a sus manos y entonces, aunque ella no lo hizo, él tuvo que cerrar los ojos porque el fogonazo fue tan fuerte que bien podría haberle dejado ciego. Cuando los volvió a abrir la luz aún persistía, pero se iba apagando. Sus pupilas se quejaban a pesar de haber estado protegidas por los párpados y las manos. Donde habían estado las cabezas de los peones sólo quedaban cenizas.

Entonces vio algo que desde luego no había visto jamás. Vio a Oscandra llorar. Sus lágrimas eran cristales que rodaban por sus pálidas mejillas como diminutos diamantes. Llegó a pensar que se lo había imaginado porque cuando trató de fijarse de nuevo, tras la sorpresa inicial, habían desaparecido de su rostro, como si nunca hubieran estado allí. Decidió que era hora de que aquello fuera un reencuentro mutuo.

—Deberías avisar antes de convertirte en el sol, Oski, creo que has dejado ciego hasta al último ermitaño de mi provincia y aunque en un mundo de ciegos, rey tuerto, no me apetece demasiado que nadie no pueda admirar lo increíblemente guapo que soy.

Ella se giró rápido y quedó frente a él, a unos pocos metros de distancia. Era la primera vez que lograba sorprenderla, desde luego tampoco olvidaría ese momento jamás. Su transformación desapareció en milésimas de segundo mientras corría hacia él y se lanzaba a sus brazos, abrazándole con fuerza. Menos mal que había recuperado su forma humana justo a tiempo.

No le importó que estuviera sucia, había echado de menos su pequeño cuerpo entre los brazos. Cuando se separaron, ella mantuvo las manos sobre sus hombros, como si le estuviera examinando. Sonreía. Adoraba esa radiante sonrisa y automáticamente sonrió él también, aunque no estaba seguro de si ya lo hacía desde antes.

La Vigilia del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora