✦ DÍA 7 ✦

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—¿Podemos ir a algún lado? Quiero salir

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—¿Podemos ir a algún lado? Quiero salir. Aunque sea a tomar mate a la plaza —rogó Anahí.

—No sé, no tengo muchas ganas. Capaz más tarde —respondió Irina. La morocha sonrió, en un obvio gesto de complicidad. Ocultaba algo, era posible que se tratase de una sorpresa para su amiga en agradecimiento por todos los regalos que le había traído.

Acababan de almorzar. Los niños ya se habían marchado porque tenían su clase de música quincenal y Delfina estaba en la cocina lavando los platos. Anahí se ofreció a ayudarla, pero la menor de las hermanas se negó. No solo eso, sino que también les llevó té negro, quizá porque su color combinaba con el depresivo espíritu del purgatorio.

La pelirroja lo bebió de inmediato, casi hirviendo. Irina, en cambio, colocó diez cucharadas de azúcar y revolvió la infusión por varios minutos antes de probarla.

—Da igual si es ahora o más tarde, pero prometeme que vamos a salir un rato —insistió Anahí—; dale, haceme el aguante.

—Dependerá de cómo esté el clima —se excusó Irina—. Por ahora, andá a darte una ducha o algo. No sé, leé un libro, escuchá música o lo que sea. Yo tengo mis propios planes para la tarde.

—¿Me estás diciendo sucia? —bromeó Anahí. Ambas rieron—. ¿Qué pensás hacer? —preguntó la pelirroja con curiosidad.

—Quiero practicar los pasos de Thriller para enseñárselos a los chicos —admitió la morocha—. Cuando nos aburrimos mucho, bailamos. Y uno de los CD que me trajiste tiene un cover buenísimo del tema. Solo debo refrescar mi memoria, hace años que no repito esa coreografía.

—¿Te la sabés entera?

—Sí, solo tengo que repasarla primero algunas veces. ¿Te enseño? —preguntó Irina, emocionada.

—Dale, te sigo.

Abandonaron las tazas de té sobre la mesa. Una vacía y una llena, una amarga y la otra dulce. Dos opuestos con tantas similitudes como diferencias, al igual que Anahí e Irina. Un reflejo de sus personalidades.

Practicaron la coreografía hasta que los pies comenzaron a dolerles. La pelirroja no logró dominar los pasos, pero al menos los memorizó. El nuevo reloj que colgaba de la pared del cuarto de Irina marcaba ya las seis y media de la tarde.

—Es suficiente baile por un día —admitió Anahí con la respiración agitada.

—No realmente, pero podemos descansar un rato —Irina hizo una pausa—. Me voy a duchar.

—Yo también necesito bañarme.

—Lo sé. Elegí ropa como la del otro día, así podemos salir —recomendó la morocha.

—¿Aunque ya sea casi de noche?

—Sí.

—¿A dónde vamos? —preguntó Anahí.

Purgatorio (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora