Capitulo 1 (Alex y Laura se ven por primera vez...)

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Álex

Me recuesto en el asiento del coche y miro la foto de Mario que tengo en el salpicadero. No me fiaría jamás de un tipo así...

Pongo un poco de música relajante. Solo me queda esperar a que Natalia y su amiga salgan de la sala de conciertos y asegurarme de que llegan bien a casa.

Mi teléfono vibra.

—Dime, César.

César, además de mi jefe, también es mi mejor amigo. Por fin ha conseguido enmendar algo en su vida convirtiéndose en un gran médico. Pero el día que nos conocimos él estaba tan o más perdido que yo. Ambos por desgracia cargamos con un gran peso sobre nuestros hombros. Quizá fue eso lo que nos unió. Imagino que de ahí viene el refrán "Dios los cría y ellos se juntan".

—¿Has dado con ellas? Estoy preocupado, no me gusta que salga sola con Laura —se ha tomado muy en serio la protección de Natalia. Una pobre chica que conoció en su consulta y a la que su antiguo novio ha estado golpeando hasta hace solo unos días.

—Sí, tranquilo. Están dentro de una sala —me pidió que las siguiera cuando se enteró de que salían y por eso estoy aquí.

Le indico la zona.

—¡Qué casualidad! —dice sorprendido—. Estoy pasando ahora mismo muy cerca de allí. Acabo de terminar en el hospital y he tomado otra ruta.

Desde mi posición puedo ver a una pareja saliendo del edificio y caminando por la calle de mala manera. En un principio pienso que están bebidos, pero fijándome bien no parece ser el caso. Él va dándole patadas en las piernas a ella con la intención de que camine más deprisa. En uno de los golpes la muchacha cae de rodillas, y el muy cabrón, en vez de ayudarla, aprovecha para asestarle otra patada en la espalda.

—¡Maldito hijo de puta! —digo en alto.

—¿¡Qué!? —pregunta César.

—No. Perdona. No es a ti —contesto rápidamente—. Estoy viendo a un cabrón golpear a una chica.

—¡Haz algo! —se altera. César siente demasiado desprecio por este tipo de personas.

Me incorporo y arranco el motor del coche. «Le daré un buen susto a ese desgraciado...», me digo. Mientras el animal intenta levantar a la mujer tirando fuertemente de su brazo, una farola alumbra sus rostros.

—¡Es Natalia! —grito—. ¡Mario es quien la está golpeando! —lanzo el teléfono sobre el asiento del copiloto, piso el acelerador y me dirijo a toda velocidad hacia ellos. Cuando estoy bastante cerca, freno bruscamente y giro el coche para cortarles el paso. Si no estuviera Natalia con él, juro que le hubiera pasado las cuatro ruedas por encima. Aun así, he estado a punto de golpear su maldito cuerpo. Lástima que haya conseguido esquivarme.

Salgo del coche y unas potentes luces me deslumbran. Un vehículo viene a gran velocidad hacia nosotros, y sé de quién se trata. César frena tan bruscamente como yo y baja velozmente del vehículo. Cuando se coloca delante de ellos no puedo evitar sonreír. Presiento que voy a divertirme...

—¡Suéltala o lo lamentarás! —grita César.

Me coloco a su derecha para no perderme detalle. Mario empuja a Natalia en ese momento y cae a mis pies. Tiro de ella y con algo de esfuerzo consigue ponerse en pie de nuevo. Debe de haberse hecho daño.

—Natalia, ¿estás bien? —pregunto mientras busco algún daño en su cuerpo. Asiente y me tranquilizo.

César se lanza sobre Mario y los dos caen al suelo. Con un hábil movimiento mi amigo consigue colocarse sobre él. Sé lo que está haciendo, hemos practicado muchas veces esto en el gimnasio del hotel.

Un golpe tras otro comienza a impactar sobre el rostro de Mario. No puedo negar que estoy gozando como un cabrón... No le da opción a defenderse. Está machacando su cara y temo que le hunda la nariz. Podría provocarle algún daño cerebral importante y buscarse un problema por ello.

—Vamos, César, para o lo matarás —le digo mientras trato de separarles.

Tiro de sus hombros, pero consigue soltarse. Lo intento de nuevo, aunque está tan fuera de sí que si me acerco más de lo necesario también me golpeará a mí. El gallina de Mario se tapa la cara con los brazos como si fuera una niña asustada y César sigue golpeándole sin control.

—¿Qué se siente, hijo de puta? —le grita—. ¿Te gusta esto, gran hombre? —Mario no contesta. Está escondido detrás de sus codos.

—¡Para! —digo. Si sigue así, lo matará. Consigo meter mis brazos debajo de los suyos y lo inmovilizo. Tiro de él y se lo quito a Mario de encima. Debería agradecérmelo...

—¡Suéltame! —grita César, pero no le hago caso; ahora mismo no es dueño de sus actos.

Lo arrastro mientras patalea.

—Suéltame, Álex, tengo que acabar con este cabrón —dice retorciéndose para escapar.

Si por mi fuera dejaría que lo hiciera papilla. Es lo único que merece el exnovio de Natalia.

—No permitiré que tengas problemas con la justicia por este indeseable —le digo con esfuerzo. No para de forcejear.

Mario se pone en pie. Está mareado y se tambalea. Nos mira con odio. Su cara parece una bandeja de lasaña.

—¡Habéis cavado vuestra propia tumba! —se toca las heridas y se mira los dedos—. Y tú, putita... —señala a Natalia— no vas a tener tanta suerte la próxima vez —como es normal, César se cabrea más, con lo que tengo que sujetarle más fuerte.

A medida que Mario se aleja el cuerpo de César comienza a relajarse y le libero poco a poco. No termino de fiarme.

—¿Te ha hecho daño? —le pregunta a la chica.

—No demasiado... —contesta ella para no echar más leña al fuego.

Tengo la impresión de que estos dos van a acabar juntos. En ese momento César abraza a Natalia y pongo mis ojos en blanco. «Lo que yo sabía», me digo.

—Ya ha pasado todo —dice mi amigo cariñosamente, por lo que me incomodo. Cuando estoy a punto de dejarles solos algo llama mi atención.

—¡Naaaaaaaaaata!, ¡Nataaaaaa! —una horrible y chillona voz suena detrás de nosotros—. ¡Nata, por el amor de Dios! ¿Dónde estabas? —mis tímpanos se resienten—. ¡Alguien dijo que había pelea y no te vi dentro! ¡Me asusté! —parece estar hecha de puro nervio.

A medida que se acerca me fijo mejor en ella. Solo he podido verla de lejos y parece una mujer bastante atractiva. Tiene cada curva en su justo lugar... Su cabello es rubio y liso, y sus ojos grandes y expresivos. Para mi desgracia y aunque lo intento, no puedo distinguir el color de sus iris, ya que hay poca luz, pero no parecen muy oscuros.

Natalia le cuenta lo ocurrido bastante afectada. Me sorprende la actitud de Laura, parece preocupada, y al momento bromea sobre lo que acaba de ocurrirle a su amiga como si no tuviera importancia... «Qué raro...», me digo.

César y Natalia deciden volver a casa, y yo meofrezco para acompañar a Laura hasta su coche. Quiero ver si consigo averiguaralgo más sobre ella. Es todo muy extraño... ¿Cómo ha conseguido Mario saber queestaban aquí?


El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora