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La agradable risa de Michelle llegó a mis oídos y algo en ella alegró mi corazón, haciéndome sonreír.

Esa niña acababa de delatar su escondite, otra vez.

-¡Te tengo!

Exclamé, al mismo tiempo que inclinaba mis rodillas para agacharme.

Mi amiga estaba doblada en una posición extraña dentro de un tubo de plástico que servía como juego en el parque. Su ceño se frunció en cuanto me vio.

-¡No se vale si me haces reír!

Espetó.

La ayudé a salir del túnel, mientras me reía.

-Eres una mala perdedora.

Observé con diversión.

-No es cierto. Tú haces trampa, Justin.

Acusó, pero luego hice un par de muecas imitándola y empezó a reír.

Nos sentamos bajo la sombra de unos arboles, a pocos metros de su abuela, quien estaba entretenida con el tejido.

-Odio mi nombre.

Confesó ella de repente, mientras hacíamos dibujos en la tierra con unas ramas.

-A mi me gusta.

Dije.

-Los niños en mi escuela no logran pronunciarlo bien.

Habló, echándole un preocupado vistazo al gorro multicolor que su abuela estaba formando.

-¿Yo lo pronuncio bien?

Pregunté, alarmado.

-Si, tú lo haces.

Me agradeció con una tierna sonrisa que devolví y prosiguió:

-Es que se pronuncia diferente a como se escribe. No me gusta que lo digan mal.

Se quejó.

-Está bien, Michelle... chelle, ya lo entendí.

Ella rió.

-Chelle. Me gusta como suena eso. Tal vez deberías llamarme así frente a mis compañeros de clase, para que aprendan.

Seguí sus carcajadas.

-Es un hecho, Chelle.


Cuando abrí los ojos me encontraba boca arriba sobre la cama. Tardé unos segundos en descubrir que unos fuertes golpes estaban azotando mi puerta y que esa había sido la causa de mi despertar.

-¡Ya!

Grité.

Entonces el golpeteo cesó.

-Carajo.

Murmuré irritado.

Froté mi cara con ambas manos y me senté en el colchón, deslizando las sabanas lejos de mi cuerpo.

Supe por la forma calmada en la que latía mi corazón que la noche anterior había tenido uno de los "sueños buenos". El maldito psicólogo al que mi tía insistió en enviarme unos años atrás descubrió que mis estados de ánimo estaban estrechamente relacionados con mis sueños (o pesadillas).

No puedo discernir con claridad que es lo que mi mente reproduce mientras duermo. Solo sé que son hechos reales y que ella siempre está en ellos. Chelle. La niña del parque. Mi mejor amiga de la niñez. La chica que probablemente hoy tenga la vida destrozada por mi causa, ya que si tuvimos nuestros buenos momentos, fueron devorados por esa situación de mierda que pasamos.

Que yo hice que pasáramos.

Es que haber tenido un jodido padre pedófilo no me habilitaba a tener amigos, pero yo tuve que acercarme a ella de todas formas.

No. Por alguna razón dentro de la puta mente retorcida de ese hombre jamás me tocó a mi con esa intención, pero siete años viviendo en una casa donde se producía pornografía infantil me arruinaron lo suficiente para que, ahora, nueve años más tarde, todavía esté resignado a lo peor.

Y muy bien dispuesto a lo peor.

Me puse de pie y estiré los brazos por encima de mi cabeza para desperezarme. Posiblemente mis familiares estén en la planta de abajo, terminando su desayuno. Ya mucho tiempo atrás habían dejado de esperarme.

Después de que el caos de mi padre explotara, su hermana estuvo decidida a acogerme en su hogar. Ella estaba tan confundida por la noticia, pero las pruebas eran irrefutables. Declaró frente a los oficiales que estaba enterada sobre un abuso que Jeremy, mi progenitor, había sufrido cuando era menor. Posiblemente, con el paso del tiempo, eso desencadeno su perversidad, pero nunca podría justificarla.

Ella intentó a través de todos los medios llegar a mi. Tratándome como a un niño normal, como a un integrante más de su perfecta y normal familia conformada por ella, su marido y sus dos hijos.

Pero yo nunca encajaba.

Cody era mi primo mayor, me llevaba dos años de diferencia y estaba por marcharse a la universidad. Cuando llegué a la casa estuvo emocionado por tener un niño con quien jugar, pero no conectamos debido a mi actitud distante. Finalmente nuestra relación se redujo a la cordialidad.

Mandy era la niñita de la casa. Era dos años menor que yo y recién estaba adentrándose en la adolescencia, lo que tenía a sus padres ridículamente alborotados. Con ella ni siquiera teníamos relación. Hablamos incluso menos de lo indispensable en una convivencia.

Aunque todos ellos se dieron por vencidos conmigo, no recibí ni recibo maltratos de su parte. Son muy amables, salvando las distancias. Pero sé y se nota que ellos también saben que estarían mucho mejor sin mi.

Me da igual.

Todo me da jodidamente igual.

No quiero amor. No merezco amor. De hecho dudo siquiera que tal cosa exista.

Para mi, el amor no es posible.


Love is Possible (Bieber is Back #2)

Tatiana Romina


Love is Possible -《Bieber is Back 2》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora