—Buenos días, Kasia —dijo León—. ¿Cómo estás hoy?

—¿De verdad me lo preguntas? —dijo ella en inglés.

—Sí, claro —dijo León.

—Me alegra que te preocupes por mí, León.

—Trabajamos juntos.

—No funciona la máquina de café —dijo León.

—Eres el único que bebe café aquí —contestó ella.

León dio un vistazo a la prensa del día. Los partidos políticos preparaban nuevas elecciones. La crisis europea, el Euro, formar parte de él o no, el aborto, la inmigración o las cuestiones religiosas. Amarillismo y titulares sobre estrellas de cine. Puso el ojo en un hombre de pelo blanco, alto y corpulento. Tendría unos cincuenta años, pensó. Era el secretario general de uno de los partidos opositores, la parte más conservadora del país.

«Ugh.» se dijo a sí mismo y dejó el diario.

La puerta se abrió. Entró un señor calvo y corpulento.

Vestía chaqueta de tweed y zapatos negros y tenía la cara alargada y plana como una tabla de planchar. El señor Chlebek era director del centro y era habitual reconocer su voz de ultratumba afónica por los cigarrillos y salivada como un perro enfadado.

—Señor Sánchez, ¿puede venir a mi oficina un momento?

—Buenos días señor Chlebek —dijo Kasia.

—¿Llevará mucho tiempo?

—Sólo un momento, señor Sánchez —dijo sujetando la puerta. León acompañó al viejo Chlebek hasta el otro edificio.

Una habitación amplia de techo alto y un ventanal a la izquierda alargado por el que podía observar los jardines y a las estudiantes que esperaban en el patio el momento de entrar a clase. Tras un escritorio de roble, el señor Chlebek se sentó y abrió un ordenador portátil.

—Verá, señor Sánchez, me gustaría hablarle de algo relacionado con su trabajo.

—Usted dirá.

León estaba desconcertado. No había recibido ninguna amonestación por parte de alumnos, familiares u otros docentes. Las encuestas siempre habían sido positivas. Se apoyó sobre la barbilla y sopesó mientras escuchaba atentamente.

—Tras los resultados obtenidos en los cursos anteriores, la directiva ha creído conveniente promocionarlo. Nos encantaría darle otra subida de sueldo. Sin embargo, el centro no se puede permitir tal cosa, así que hemos decidido ofrecerle un traslado como docente en la Universidad de Varsovia.

León no esperaba tal oferta y cuando el señor Chlebek terminó de hablar, sólo pudo escuchar el latir de su corazón golpear contra las paredes de su cuerpo.

—Gracias por su consideración. No lo esperaba —dijo aturdido—. No sé qué decirle, la verdad.

—No diga nada —dijo —. Piénselo detenidamente y si accede, haremos los trámites necesarios para el próximo semestre.

—Valoro mucho su apoyo.

—Pero espere... —dijo el señor Chlebek —. Aún no he terminado

—¿Hay más? —contestó León sonrojado.

—Mi intención, hoy... era otra.

—¿Cómo dice?

—No me malinterprete, señor Sánchez —dijo el director, respiró profundamente y se arrancó con un tono de voz sórdido—. Este año tiene un objetivo primordial. El grupo del último año, ya sabe... tiene las pruebas universitarias.

El Profesor: un thriller de acción y romance prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora