Capítulo 52.

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Hermoso día, nótese mi sarcasmo. Odio los lunes con todo mi ser.

Leire y yo hemos hablado muy poco, pero aún así no puedo evitar sonreír, cuando pienso en lo que sucedió el viernes. Fue un beso, pero estaba consiente y admitió lo que siente.
No he podido quitar mi sonrisa desde entonces y todo mundo lo ha notado.

Llego a mi casillero y en cuanto lo hago quiero poner mis ojos en blanco, de hecho no quiero realmente lo hago, otra nota de Dafne pegada en mi casillero, es la segunda en el día, ni me molesto en abrirla, la arrugo y la tiro al bote de basura.

Voy de salida, tengo entrenamiento, así que voy a los vestidores.

Estoy tan feliz, me siento como un bobo, o bueno lo estaba, porque lo veo.

Y camino a toda prisa para alcanzarlos.

¿Qué demonios está haciendo aquí?

Al parecer si va a cumplir lo que dijo el otro día.

Me cae mal.

Lo odio.

Agh odio mucho a esa persona.

Nada más y nada menos que...

Antonio.

No solo me enojo por eso, me enojo porque le trae un ramo de flores a Leire, ella está retrocediendo hasta que llegó por detrás de ella, ella choca conmigo y al instante, se voltea.

—Perdón, perdón, fue un accidente —Se le relaja la expresión de su rostro al ver que simplemente soy yo.

Pero puedo observar su tensión, y la expresión de que quiere huir de ahí, no la culpo.

—Otra vez tú —Dice con tono de fastidio Antonio—. ¿Cuál es tu problema?

Antes de responder a su pregunta me dirijo a Leire.

—¿Estás bien? —Ella medio asiente mientras traga saliva, sin duda alguien está más que nerviosa—. Mi problema eres tú. Ya déjala en paz, no ves que no te quiere ver por nada en el mundo.

—Yo le dije que iba a hacer todo lo posible para tratar de recuperarla —No lo culpo, ella es una chica genial... Lastima que fue lo suficientemente idiota como para romperle el corazón y dejarla ir.

—Que imbecil, que no ves que ella no siente y no sentirá nunca más nada por ti —Y espero que sea así.

—No te metas, esto es entre ella y yo —Me observa enojado Antonio—. No es asunto tuyo.

Y con esto me enojo.
Realmente me enojo, porque es asunto mío, esto es entre Leire, él y yo, porque ahora yo soy alguien importante en la vida de Leire, y si alguien trata de dañarla se las tendrá que ver conmigo.

—Antonio, estás quedando en ridículo, así que te invito a irte, y no volver jamás —La directa voz de Leire se escucha.

Mínimo regreso en ella.
Él bufa.

—Vete, ella no te quiere aquí —Ahora insisto yo.

—¿Y quién eres tú para decirme qué hacer y que no hacer? —Pone un dedo sobre mi, y eso provoca que me enoje, si todavía más.

—La persona que si se interesa por Leire —Digo entre dientes—, no como tú que solo quieres volver a jugar con ella.

Él me observa, como si fuera un imbecil. Y lo  más probable es que realmente lo sea.
Y no me importa.

—No quiero volverte a ver por mis rumbos, porque como lo he dicho —Me gusta como suena honestamente, si que soy cool—, SON MIS RUMBOS.

Y con esto me voy, y puedo observar de reojo que Leire toma las flores y las empieza a pisar en su cara, sonrío por esto, después ella también empieza a caminar, de nuevo como si nada de esto hubiera pasado.

Camino hasta llegar a los vestidores.
Ahí se encuentra Román, me sigue observando siempre que puede y de la misma manera.

Siempre que lo veo, siento que me quiere decir algo o también siento que voy a recibir un golpe en mi cara por parte de él.
Pero a veces siento que va a ser la segunda opción.

Estoy a punto de salir, cuando siento algo tocar mi hombro izquierdo. Cierro mis ojos esperando a que no sea él.

—Eliot —Pero su familiar voz comprueba que si es él. Y presiento que un golpe va a llegar a mi—. Quiero hablar contigo.

Pero entonces el golpe no llega.

Me sorprende que me lo diga. Me volteo para verlo, su ceño esta fijo, sé que quiere hablar de algo serio.
Asiento.

—¿Qué es lo que sucede? —Le pregunto tratando de sonar lo más tranquilo posible y no nervioso por estar hablando pacíficamente con él.

—Es sobre Leire —Si bueno, sabía que iba a ser sobre ella—. Ya sé que hace unas semanas te amenacé sobre que si no te alejabas de ella te iba a ir mal... Pero... Yo lo hacía por su bien, la conozco, la conozco de casi toda mi vida, sé cómo piensa, conozco sus sentimientos, por eso me preocupé mucho por ella, y la ultima vez que la vi sufrir y fue mucho para mí... Yo solamente no quería volverla a ver así.

—Supongo que... Te entiendo —No lo hacía, yo no tenía hermanas.

Tenía a Alison y a Kate, eran lo más cercano que tenía a alguna hermana. Pero me dolería bastante verlas llorar por un chico.

—Y luego tú te apareciste en su vida, pensé que solo querías jugar con ella, como las demás chicas, pero con las demás solo tardas un par de días y si ves que no quiere cambias y ya, pero con Leire no, llevas más de un mes conviviendo con ella, y no sabia si asustarme o tranquilizarme, yo solo quiero verla feliz, soy su hermano.

—Bueno... ¿Y a qué viene esto...?

—Lo que quiero decir es que la cuides Valerio, si veo que algo sucede con ella te mato, protégela y no le rompas el corazón, es lo que quiero decir, y más vale que tus intensiones sean buenas, porque por lo que he visto en tiempo que ha pasado contigo, ella realmente te quiere y mucho.

¿Eso signifique que...?

Y con esto se va del vestidor.

Y creo que me siento más tranquilo, tengo el permiso de su hermano, y la verdad es que jamás me lo habían dando.

Es algo raro y nuevo para mí.

Tal vez lo nuevo y raro sea algo bueno, o tal vez simplemente sea más raro que nada.

En fin, me encojo de hombros y salgo al entrenamiento, hemos ya pasado por varios partidos, y todos los hemos ganado. A como van las cosas... Estaremos en las finales después del baile de graduación.

La apuesta perfecta [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora