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Nathan

Era un miércoles por la mañana, el aroma a café lentamente se iba intensificando desde la cafetera, y el sonido del tráfico se podía escuchar claramente desde mi ventana. Trabajaba en un pequeño despacho cerca del Central Park, pesé a que se encontraba en Manhattan, siempre me había sentido atraído por la maravillosa vista que mi oficina tenía, sin importar que tan ajetreado hubiera estado el día, si me detenía un momento frente a mi enorme ventanal, me podía calmar casi de inmediato.

Me acerque a la cafetera para servirme una taza y colocarle un poco de crema, particularmente ese día se sentía un poco más tranquilo de lo normal, quizás debido a que el clima era muy agradable, era un día soleado, y teniendo en cuenta que hasta apenas hace unas cuantas semanas había estado lloviendo, tener un poco de sol se sentía bien.

Tenía muchos documentos que checar, en realidad no era un día en el que pudiera tomarme las cosas con calma, teníamos programadas varias audiencias, y oficios de términos que entregar, sin embargo, mi cuerpo se movía más lentamente de lo usual. Culpaba mi falta de energía, al hecho de que una noche antes no había podido dormir, estaba a escasos tres días para mi boda. Prácticamente ya todo estaba listo, justo apenas la noche anterior había confirmado la reservación del hotel para nuestra luna de miel, era cuestión solo de checar los últimos detalles y finalmente descansar un poco de tantos preparativos, sin duda alguna planear una boda no era tarea fácil.

-Nathan, ¿Ya has desayunado? - la voz al otro lado de mi oficina era la de mi compañero de trabajo y mejor amigo, Rafal. En ese momento tenía casi la mitad de su cuerpo asomándose en la puerta mientras sostenía unas bolsas de papel con el logo de la panadería que se encontraba cruzando la calle.

- Sería buena idea, hoy tengo mucho trabajo. Prefiero desayunar ahorita-respondí mientras le hacía una seña para que pasara. Apartamos los documentos importantes para poder colocar las dos botellas de jugo de naranja que traía y las bolsas con los emparedados. El delicioso aroma a guiso me acaricio la nariz y casi al instante se me abrió el apetito.

- ¡Esa es la actitud! - exclamo Rafael- estos días habías estado saltándote la comida, me preocupaba que dentro de poco quedaras en huesos y el traje de boda te luciera igual que una carpa de circo.

- Es posible que haya perdido un poco de peso, lo mismo para Eleanor. -comenté mientras le daba una mordida a mi emparedado.

Dentro de poco me casaría con la mujer más extraordinaria de todas, su nombre era Eelanor, un nombre tan dulce como solo una mujer tan encantadora como ella podía portar con orgullo. Me había enamorado de ella casi de forma instantánea, para cuando la conocí, no creía en esas cosas como el "Amor a primera vista", sentía que esas cosas solo eran cursilerías, mentiras que las empresas nos habían hecho creer. Pero en cuanto vi a Eleanor, no me quedo ninguna duda que, si algo parecido a las almas gemelas existía, ella sin duda sería la mía.

-Falta poco, ¿tres días? -preguntó Rafael.

-Sí, hoy vamos a reunirnos solo para detallar unas cosas- respondí con cierta emoción.

- ¿Has hablado con tu familia?

Fue entonces cuando en ese momento sonó mi teléfono, lo cual agradecí porque no me apetecía hablar de ciertas cosas a días antes de mi boda. Cuando lo saqué del bolsillo de mi saco, me di cuenta que en la pantalla se iluminaba el nombre de mi encantadora futura esposa.

- ¿Si? ¿Necesita algo señora Killer? -pregunté de manera juguetona, mientras una sonrisa bobalicona se dibujaba en mi rostro.

-Aun no soy la señora Killer-corrigió casi en el acto, al otro lado se escuchaba la voz más encantadora y amable de todas. Mi prometida Eleanor. Casi podía imaginar su rostro con una sonrisa de oreja a oreja, y sus mejillas ligeramente ruborizadas. - ¿Estabas ocupado?

La muerte se llama... Eleanor. ||| Mrs. Write ||| EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora