- Oye ¿Acaso eres caníbal ahora?.- Pregunto este más en juego que otra cosa.

- Lo dudo, con todos las bacterias que tiene el cuerpo humano y con lo repulsivo que me llegan a aparecer las personas, moriría de hambre antes de comerme a alguien.- Conteste seriamente, alzando mi tono.

- No deberías odiar a las personas.- Dijo este sin más.

- Pero lo hago y ahora saca tu trasero de mi cuarto, ver tu cara desde tan temprano me da náuseas.-

Este sólo suspiro y miro su reloj de muñequera, levantándose finalmente de la cama.

- Por hoy te dejare en paz ya que tengo que irme, dejare tu desayuno en el microondas, junto a tu almuerzo, espero que bajes y comas, cuando dejes de hibernar oso polar.- Dijo, retirandose finalmente.

Cuando se fue, no tarde en decir "Aleluya" y finalmente acomodarme para dormir unas cuantas horas más, tal vez si tenía suerte nunca más despertaría.

Al dormir como de costumbre no fui capaz de soñar nada, había olvidado lo que era eso, como siempre todo estaba en negro y al despertar sólo sentía que había dormido un par de minutos aunque estos fueran horas. Mire el reloj de mi pared el que ya decía que era medio día y decidí levantarme, salí de mi habitación y baje las escaleras hacia la cocina, supongo que después de todo aunque no sintiera ningún apetito debía intentar comer algo, sin muchas ganas tome lo que estaba en el microondas, como desayuno sólo eran algunos crepes rellenos y como almuerzo era mi platillo favorito, pasta a la carbonara. Suspire y tome la pasta, sabiendo que me provocaba más que los crepes, la calenté y finalmente me dispuse a comer, no llegando a tolerar ni la mitad de lo puesto en el plato, era nauseabundo el siguiera poner otro bocado en mi boca y por más que lo intentara era imposible tragarlo, así que como todos los días me si por vencida y coloque lo sobrante nuevamente en el microondas, subí a mi habitación y nuevamente me recosté en la cama, sentía náuseas gracias al haber comido, pero intente resistir esas ganas, hasta que a los minutos finalmente, esa terrible necesidad de vomitar desapareció, así que ya más tranquila finalmente me levanté, tomando mi móvil para así hablar con algunos de mis contactos. A ninguno lo conocía en persona por suerte y eran tan parecidos a mi que con ellos, podría sentirme segura en todo aspecto, estos eran Yui y Max o por lo menos esos eran sus alias en internet.

Mi tarde transcurrió hablando con ellos, lo normal, así que pensé que era un día normal, hasta que la noche se hizo presente y mi hermano volvió a casa.

Para esa hora yo estaba en la cocina, buscando un vaso de agua cuando escuche el sonido de la puerta abrirse y la voz de mi hermano, no hice más que poner mis ojos en blanco y sin más pretendí seguir mi camino, ignorándolo sin más como siempre hacia, pero esta vez fue diferente ¿por que? Por que no estaba sólo ese día.

- Himeri, es bueno verte fuera de tu habitación.- Dijo este cuando trataba de ir al piso de arriba sin llamar la atención.

Yo no tarde en prestarle atención, frunciendo mi ceño durante un momento hasta notar que detrás de el había alguien, un hombre tal vez de la misma edad que el, muy delgado, de cabello negro, largo, vestía muy bien, así que obviamente ganaba bien, por lo que supuse que era su jefe o algo así.

- Himeri, déjame presentarte a Tsuzuku, es un buen amigo mío desde hace unos años.- Dijo mi odioso hermano, supongo que por mera educación ya que yo estaba ahí.

- Mucho gusto, supongo.- Murmure, girando me para pretender seguir con mi camino.

- Espera, no te vallas.- Dijo el tal Tsuzuku, acercándose hasta donde yo estaba.- Después de todo, eh venido a verte, sería descortés si simplemente me dejarás sólo.-

Mi reacción ante sus palabras fue obvia, primeramente pensé que se trataba de otro psicólogo que mi hermano había traído a casa, así que sólo le sonreí de la manera más falsa e hipócrita.

- ¿Por que alguien como usted querría verme?.- Dije con cierto tono dulce, intentando saber que planeaba para luego simplemente mandarlo al demonio, como a todos.

- Lo sabrás si vienes conmigo y tu hermano a tomar un café.- Fue su respuesta, haciendo que mi buena cara cayera.

-¿Disculpa? Creo que paso.- Dije sin más, volviendo a girarme para ir a mi habitación, pero tan rápido como yo me giraba, el había tomado mi mano fuertemente, jalándome hacia el.

- Nada de eso, no aceptare un no como respuesta.- Menciono con una sonrisa, cada vez intentando que estuviera más cerca de el, como se notaba que este idiota no sabía lo mucho que detesto el contacto físico.

-No quiero y si no me suelta lo morderé.- Advertí.

- Hazlo, no suelo preocuparme por unas simples mordidas.-

Su respuesta me dio mucho que pensar, y no pude hacer más que tragar saliva, no tenía el valor de morder a un desconocido, el que debía saber horrible, sin contar las miles de bacterias y todas esas cosas, así que no pude hacer más, desvié mi mirada y deje de forcejear con el, dándome por vencida.

- Tu ganas.- Murmure.- Iré. . ¡Pero Sueltame!.- Grite aquello último, lanzándole una mirada asesina que sólo produjo en el una leve sonrisa en lo que negaba.

- ¿Y dejar que huyas? No lo creo.-

Su sonrisa no tardaba en hacerse más amplia y yo no paraba de pensar ¿en que diablos piensa este tipo? Era tan extraño, pero ahora estaba condenada, tendría que aguantarlo quién sabe cuantas horas, pero nunca llegue a imaginar que gracias a eso llegarán a sucederme tantas cosas relacionadas con el.

『Dulce y peligroso camino de espinas』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora