Capítulo 5.

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Después de las sonrisas,
Se asoman las lágrimas,
Reclamando su puesto
Para cubrir toda mi cara.

Me levanté de la silla y miré a Light (quien descubrí que su apellido era Gómez) mientras recogía mi bolso del respaldo de la silla.

-¿Quieres que te acompañe? -susurró.

Negué con la cabeza e intenté sonreirle, pero no pude.

Miré al frente y empecé a caminar. Parpadeaba constantemente para reprimir las lágrimas y me repetía a cada momento no llores, no llores, aquí no. Cuando llegué a la puerta esquivé su miraba. Intenté con todo lo que tenía no mirarlo. Salí del salón y caminé hacia adelante. Él me siguió y no dijo nada. Me pareció una gran ironía que, un día después de hablar con Light sobre mi padre, él apareciera así, prácticamente de la nada. Cuando llegamos al frente de la escuela, rompió el silencio.

-¿Cómo has estado? -preguntó con voz suave.

-Bien, gracias -respondí mirando hacia otro lado, reteniendo las lágrimas.

-Perdón por no llamar, es que... -comenzó.

-No importa, nunca lo haces de todas maneras.

-Cierto... lo siento.

-Tranquilo, ya estoy acostumbrada -dije con un hilo de voz.

Esperó un momento y luego dijo:

-Vamos al auto.

-¿Tienes un auto? -le pregunté con los ojos como platos.

-Sí -sonrió.

Empezó a caminar hacia el pequeño estacionamiento y lo seguí. No soy buena ni sé mucho (o mejor dicho, nada) con respecto a los autos, pero este era muy bonito; era de un color vinotinto, el interior era acogedor y tenía asientos forrados de cuero beige, un pequeño estéreo con luces rojas, porta vasos y una pequeña pantalla que salía del techo.

-Wow -exclamé asombrada.

-Sabía que te gustaría, es un Fiat -dijo sonriendo- . Ponte el cinturón -ordenó.

Abroché el cinturón y seguí observando cada detalle del auto.

-Conseguí empleo en una empresa importante, me pagan bien -dijo mientras arrancaba el auto y salía del estacionamiento de la escuela, aún sonreía.

-Qué bien -susurré.

No te dejes llevar.

-¿Quieres ir a casa, o quieres ir a comer un helado? -preguntó.

-A casa -respondí tajante.

-Está bien. Y ¿cómo te está yendo?

-Bien.

-¿Cómo está tu madre?

-Bien.

-Ah -dijo.

Encendió el estéreo y puso la radio para romper el silencio.

-¿Te importa? -le pregunté haciendo un ademán para cambiar el canal de la radio. Asintió con la cabeza.

Puse el canal que escuchaba siempre que estaba aburrida. Sólo pasaban canciones de mi gusto. Me quedé mirando fuera de la ventana, observando el espesor del bosque y la luz del sol. Debatiéndome de entre decirle todo lo que sentía y entre quedarme callada y esperar a que él dijera algo.

-¿Tu mamá está en el trabajo? -preguntó cuando llegamos a la casa.

-Sí, ahora trabaja horas extra -le respondí mientras bajaba del auto.

Luz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora