Dalas, Miare y yo.

La llegada.

-Bueno, así que esta será mí casa durante los próximos meses - dije sin mucho entusiasmo.

Al empezar la universidad, había tenido que mudarme a las afueras de Barcelona, con mí padre. La verdad es que la idea no me entusiasmaba, pero yo sola no podía pagarme un piso, y la casa estaba cerca de la facultad.

- Te gusta tú cuarto? - Dijo mi padre.

-Sí, esta bien - le respondí.

Deje las maletas en mí cuarto y me fui a pasear, necesitaba pensar un poco.

Pasé por una casa muy bonita, en ella había un perro, un galgo, me acerque a la verja para acariciarlo cuando de golpe oí...

-¡Argos!

De la casa salió un chico, era rubio, de estatura mediana, y con los ojos marrones.

Su cara me resultaba familiar.

- Perdona, ¿Te estaba molestando? - preguntó él.

-N-no, tranquilo, es un perro muy bonito, sólo lo estaba acariciando - le respondí.

- ¿Eres nueva por aquí? - pregunto - No te había visto antes.

-Sí - le explique - Me acabo de mudar y estaba dando una vuelta.

- ¿Sabes que?- me dijo - Justo ahora salía a comprar el pan, si quieres te puedo enseñar el pueblo.

-¿En serio? - le respondí sorprendida - Me encantaría.

Mientras el tiempo transcurría, me dí cuenta de que teníamos muchas cosas en común: él también era ateo, le gustaban los animales, etcétera.

-Bueno, a sido un placer conocerte, Laura - Dijo él al llegar a su casa.

-Igualmente, Dalas - le sonreí.

Después me fui a mí casa y no podía dejar de pensar en su cara, y en que ya lo había visto en alguna otra parte...