En la habitación anti sonido tiene a un chico, atado a una silla con cadenas de hierro, la cara hecha un desastre, noto que incluso le falta un dedo, se queja de dolor y apenas puede mantener los ojos abiertos. Sé que Fernández no lo dejará ir hasta que hable lo que sea que tenga que decir. Me entero que ha pasado por varias manos, el último en estar aquí fue Jack, y el tipo no ha hablado, lo que me dice que es muy leal y es poco probable que no diga nada.

—Esta es una forma de graduarte para conseguir tu primer pago como caporegime —me dice mientras se encarga de cerrar la puerta detrás de él. Así es, sigo cobrando como soldado, no me quejo, tengo dinero suficiente para vivir por unos años cómodamente.

—Uno de los soldados de Jack lo descubrió vendiendo en nuestro territorio y no quiere decir para quien trabaja —explica al mismo tiempo que se coloca junto a mi frente al hombre que sufre lentamente. No sé cuál es mi función aquí, no quiero creer que tengo que matarlo por él, porqué Fernández solo se ensucia las manos cuando es muy necesario.

—Nadie ha sido capaz de sacarle la información, eres el más indicado para hacerlo —dice, como si leyera mi mente—. Para que no olvides quién fuiste y como te ganaste un lugar en esta familia.

No digo nada sobre ello, no es que me sienta como si me hubiese dado el mejor regalo, no es que me guste hacer esto, pero cando toca hay que hacerlo a como dé lugar, y hacerlo bien si no quiero ser yo quien termine siendo torturado. Mi problema es que una vez inicio, no puedo solo detenerme, es como si mi lado oscuro se apoderara de mí, ahí es cuando hago estas cosas terribles de las que luego me arrepiento un poco, porque sé que no están bien, pero continúo haciéndolas y cada vez me inmuto menos, lo que me lleva a temer de las cosas que podría hacer en un futuro cercano.

Adrián se sienta en la esquina de la habitación, con que pretende quedarse a ver cómo torturo al hombre hasta que hable, se perfectamente cómo hacerlo, no sería la primera vez que lo hago, pero nunca frente a él, a nadie, es algo que solo yo llevo en mi memoria de las cosas terribles que le he hecho a alguien más, dejo por completo al soldado de la mafia, el negociante, y me convierto en el asesino del que no estoy para nada orgulloso de ser.

Dejo entrar a los hombres en la entrada, quienes me ayudan a colgar al hombre con las muñecas atadas sobre un gancho, por lo general lo cuelgo desde los pies, debería agradecer de que la sangre no le está subiendo a la cabeza. Saco un cigarrillo de mi bolsillo y lo enciendo, tomo la silla en la que estaba sentando el chico y la coloco frente a él, dejo mi americana en el espaldar de la silla, me arremango la camisa blanca.

—Está será la dinámica, yo te pregunto y por cada mala respuesta un castigo —le hago saber aun acomodando mi camisa.

—Veamos, solo tienes que responder una pregunta sencilla, ¿para quién trabajas? —cuestiono y seguido de ello le doy una fumada al cigarrillo entre mis dedos.

—Solo me equivoqué de lugar —dice en un murmuro. Presiono la colilla de cigarro en su pecho y su grito se escucha por toda la habitación. Lo que me hace casi reír, joder, si tiene un dedo menos y la cara hecha un desastre esto es lo menos doloroso que le han hecho.

—Respuesta incorrecta, pero tranquilo tienes algunas 1000 oportunidades de responder, ¿para quién trabajas? —señalo con un nuevo pitillo entre mi dedo indicie y el medio.

—¡Son unos malditos hijo de perra! —Inmediatamente el grita eso, me acerco a él y tomo su rostro con una mano, aprieto sus mejillas y lo miro directamente a los ojos.

—Si lo somos, pero adivina que, esa tampoco es la respuesta —Presiono la colilla en su cuello y él se retuerce de dolor. Hago la misma pregunta una y otra vez, pero el hombre no tiene intenciones de hablar. Ya he utilizado la picana eléctrica, lo he obligado a estar de puntillas durante un largo tiempo, causándole estrés.

Escape: Zack ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora