Capitulo 3

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El auto se dirigía hacia la policía de SeaTac.
Miraba tras la ventana. Miraba como cada objeto pasaba con precipitación delante de mis ojos, convirtiéndose en simplemente una mancha de color desfigurada por la velocidad. Pude relacionar este hecho, con mi vida. La desfiguración de lo ocurrido en cuestión de segundos.
Suspire con un dejo de soledad, sintiendo como algo se rompía dentro de mí. Me recargué contra la ventana y cerré mis ojos, tratando de imaginar el rostro de Tony. Su rostro. El mar de sus ojos. Su sonrisa vivaz. El sonido de su risa. Su puro corazón. Todas aquellas características que más me enloquecían de él, siendo reproducidas en mi cabeza, con instantes vividos, instantes que se habían convertido en recuerdos. Recuerdos que atesoraría conmigo para siempre. Jamás volvería a verlo. Y no estaba lista para enfrentar tal inevitable hecho. Jamás volvería a verlo, y extrañaría sentirlo; experimentar el tierno choque de sus labios contra los míos. Divisarlo, llegando a lo lejos, con su peculiar esencia. Jamás volvería a verlo, y extrañaría todo de él. La gran incógnita, sobre lo que realmente había ocurrido, seguía atormentándome. Ciertamente no habría forma de saber, quien había planeado todo. Trataba de encontrar la posible identidad del anónimo sujeto que me había dejado la nota, mas me era imposible encontrar a un ser capaz, que conociera, de hacer algo así.
Sin darme cuenta, ya había llegado a la estación de policía. Al entrar, me establecieron en una gélida y triste habitación, de paredes grisáceas y una ventana polarizada, donde no podía ver al exterior. Todavía con las esposas entre mis manos, me encontraba incorporada en una silla metálica. Un oficial robusto, entro mirándome con el ceño fruncido, haciéndome otra serie de preguntas. Preguntas las cuales solo podía mentir.
—Escuché, ya dije la verdad. No asesine a nadie, ¿okey?— musité, en una voz quebrada.
El oficial, rasco su barbilla y lanzando una mirada abrupta dijo:
—Señorita, usted es la única sospechosa. Hasta que los resultados del forense, respecto a las huellas del arma lleguen, la tendremos aquí. Después, si los resultados son como lo predecimos, podremos pasar a un juicio; donde se le decidirá su futuro. Si lo que dice, es verdad, no tiene por qué preocuparse.
Me quede inmóvil, sin saber qué pensar. Siempre había sido una chica positiva, sin importar lo oscuro de la situación. Mas, no ahora. En ese momento, sabía que estaba completamente destruida. Destruida en alma y cuerpo. Mi positivismo de ver las cosas, había muerto junto con Tony. Ya no era la misma.


Minutos más tarde, mi madre, Teresa Peters, apareció en la escena. Su rostro lucia demacrado. Tenía puesta un pijama color morado, y la cabellera sebosa.
A continuación, Teresa se encontraba detrás del vidrio blindado, junto a un par de oficiales, mirándome, con un rostro apabullante.
—Esto.. Esto es, imposible. Ella no es capaz de matar a alguien. Ella no..— inquirió mi madre al oficial, reteniendo las lágrimas lo más que podía. Se sorbió los mocos y siguió diciendo—. No mi niña. Ella no haría algo así. Cometen una equivocación señores.
—Señora, sé que es difícil para usted. Pero hay testigos y evidencias. En unos días la verdad será descubierta, y sabremos si tendrá que haber un juicio— repuso el oficial sin apartar su vista de mí.
—¿Puedo hablar con ella unos minutos?— pregunto Teresa.
—Seguro.
Mi madre entro en la habitación. Al tener contacto visual con ella, irrumpí a llorar como una niña pequeña. Gemía y sollozaba desfigurando mi rostro entre lágrimas y maquillaje corrido.
Mi mamá se sentó delante de mí y tomándome la mano, me dijo:
—Saldremos de esta cariño.
—Mamá, no puedo vivir así— titubee entre lloriqueos y pausas.
—Lo siento tanto.
Los siguientes minutos permanecimos en silencio. Mamá se despidió de mí, dejándome en aquel infierno.
Horas más tarde, un oficial me llevo hacia una pequeña celda, donde todo se hallaba bajo tinieblas y soledad. Se suponía que aquella celda era temporal. Permanecería ahí, hasta no tener los resultados del forense, sobre el arma homicida. Si resultaba ser la principal sospechosa, seria aprisionada en el Centro de detención federal de SeaTac; Una horrible prisión que albergaba tanto mujeres como hombres. Definitivamente, sabía que aquel lugar, era el infierno mismo. A consiguiente, entre a mi celda y arrinconándome sobre una sucia esquina, trate de pensar en hermosos momentos con Tony. Nuestro primer beso. Nuestro primer baile. Sonrisas. Instantes. Trate de retener en mi mente todos esos bellos recuerdos, que se reproducían en mi cabeza una y otra vez. Era como volver a vivirlos. Sin embargo, solo duraron unos segundos, ya que fueron interrumpidos con la inesperada realidad que me encontraba enfrentando en aquel intervalo.
Llore, mirando el collar de perlas que Tony me había regalado. Hasta que, sin darme cuenta me quede dormida, deseando que todo mejorase. Deseando encontrar esperanza en aquellas condiciones.

Una oscura realidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora