Prólogo

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—¿Tienes una cámara contigo? —preguntó Abigail y me encogí de hombros de manera despreocupada, no veía lo extraño en esta situación y tampoco era como si tuviera algo que ver con nuestra conversación

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—¿Tienes una cámara contigo? —preguntó Abigail y me encogí de hombros de manera despreocupada, no veía lo extraño en esta situación y tampoco era como si tuviera algo que ver con nuestra conversación.

—No veo lo raro —confesé despreocupadamente, no entendía porqué nos estábamos distrayendo del tema principal por el que había venido aquí.

—Apaga eso de una vez, Bethany —pidió con obvio mal humor.

—Es Beth —corregí controlando mis impulsos internos para no insultarla en su propia cara—. ¿Qué dices de mi investigación?.

Guardé de manera cuidadosa la cámara en mi bolsillo esperando a que no terminara en el suelo, era demasiado grande para que el bolsillo de mi chaqueta lo soportara, si algo sucedía iba a correr sangre en esta habitación.

—No veo lo complejo, no veo la emoción, no veo nada —admitió con una arrogante sonrisa en el rostro.

—¿Y dónde está? —pregunté preocupada.

Esa investigación me había llevado semanas realizarla, además de que mi vida había estado en peligro en más de una vez. En una ocasión casi terminé parada enfrente de un auto en movimiento y en otra un señor me corrió de su edificio con una escoba por meterme sin permiso.

—Accidentalmente lo trituré, tengo los restos por si los quieres, aunque dudo que sirvan de mucho ¿No? —respondió sin rodeos—. De todas maneras, ni el papel completo servía.

A veces me preguntaba si a Abigail le daba satisfacción verme sufrir y por eso actuaba de ese modo, ella no había descendido de los monos, sino de las serpientes.

—¿Cómo trituras accidentalmente un papel? —cuestioné intentando no perder los estribos, pero ni siquiera había sido capaz de controlar el tono de mi voz.

—No sé Beth, con tu investigación fue posible —se burló encogiéndose de hombros mientras colocaba uno de sus mechones de cabello detrás de su oreja con falsa inocencia.

Se escucharon risas por parte del resto de los chicos y chicas que se encontraban en la sala tecleando sin parar en sus computadoras, los malditos lame botas que no tenían vida social y solo se encargaban de estar cerca de la líder de las serpientes número uno para alimentar su ego, en otras palabras, los otros miembros del periódico escolar.

Encontraba a Abigail demasiado irritante y presumida, pero pese a eso nadie podía negar que era muy buena en su trabajo y por eso la habían elegido como la líder de este lugar. Sin ella el periódico hubiese desaparecido, escribió más de un artículo emocionante y volvió a hacer que tenga popularidad entre los estudiantes, algo que hasta los mismos profesores habían considerado como perdido. Gracias a Abigail y su ingenio el club se había salvado y con eso las esperanzas de sus miembros. Todo el mundo quería ser como la maldita de Abigail y yo tampoco iba a negar que estaba con ellos, al parecer la maldad y el talento innato iban de la mano.

Una investigación por BethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora