Capitulo 6

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Akuma salió de los cuarteles italianos de Hellsing hacia el Vaticano, había empezado su misión y debía cumplirla a toda costa.

Las luces de la ciudad le daban un aire tenue y algo romántico a las viejas calles de Roma, varias parejas caminaban sin saber que entre ellos había una vampiresa, el viento cantaba y mecía los pliegues de la larga y blanca chaqueta de Akuma, había cambiado su atuendo normal por uno con una falda de cuero blanca, un corsé negro y una camisa debajo blanca, la gabardina de cuero con detalles en bronce la cubría y la capucha de la misma solo dejaba ver la barbilla y labios de la no-life-queen, dentro de los pliegues de la gabardina se ocultaban cuchillos bañados en veneno y sus dos katanas colgaban de las típicas correas en sus piernas y cadera, llevaba botas de cuero café claro hasta la rodilla, sin tacón y medias negras hasta la mitad del muslo.

Camino varios pasos hasta toparse con una zona oscura y algo alejada de la gente, estaba muy cerca de la capilla central del Vaticano, podía escuchar los cantos gregorianos de la misa de la noche, no era muy tarde y aún había mucha actividad en esa área.

-maldición-dijo Akuma

Se tiró al piso y se sentó apoyada en la pared del callejón, no quería ese trabajo, quería volver a Inglaterra, quería ver a William otra vez, seguro que debía estar feliz como una lombriz al lado de su amada, pero sobre todo quería ver a Alucard, tal vez podrían hablar y volver a ser amigos.

Un movimiento hizo que Akuma se pudiera de pie rápidamente, sintió una presencia distinta en frente de ella, una presencia que la quemaba, tenía que ser un paladín del Vaticano.

-vaya vaya vaya que tenemos aquí? Si es una criatura del demonio-dijo una voz masculina-que haces aquí vampiresa.

Akuma resopló, como podía saber que era un vampiro?

-una escoria como tú no debería hablarle a una mujer como yo-dijo Akuma

-muestra tu cara demonio-ordenó acercándose el paladín

-recién nos conocemos y ya quieres verme, no cariño así no se hace, al menos dime cómo debo llamarte pequeña escoria-dijo con voz sensual Akuma

-mi nombre es Alexander Anderson-dijo haciendo una reverencia a Akuma-ahora súcubo de Satán dime el tuyo

-Akuma, solo Akuma pequeño bastardo-dijo sonriendo y mostrando sus colmillos-si no te importa bastardo hazte a un lado, debo irme.

La realidad era que Akuma no quería pelear, no estaba de humor.

-crees que te dejaré escapar? O no demonio estás en tierra Santa y a paganos como tú no se les da el perdón de dios-dijo desenvainando una espada larga de un mental negro profundo

Akuma sintió las vibraciones de ese metal, no podía ser...

Tiró el primer tajo y Akuma lo esquivo con mucha rapidez, pero el paladín era rápido, Akuma no tenía tiempo de sacar sus Katanas, el tipo era rápido y acertado en sus movimientos.

De un momento a otro vio la silueta de Alucard por su tercer ojo, perdió la línea de movimientos y la espada del paladín destrozo el ojo derecho de la vampiresa, ahora tenía un corte semi profundo que iniciaba más arriba de la ceja derecha, bajaba por su párpado superior y terminaba en el inicio de su mejilla.

Akuma se dio cuenta que esa herida no sanaría, no podía regenerar su piel, estaba siega de ese ojo.

Estaba en desventaja y no podía pelear así, la capucha cayo de su cara cuando la mano del paladín la agarro por el cuello, lo miro a los ojos y se dio cuenta de que era joven, muy joven, de mandíbula cuadrada y un cabello rubio platino y unos ojos azul frío que la miraban con odio y algo de diversión.

El emperador y la emperatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora