—¿Y qué estás esperando?

—No lo sé, ¿de pronto sentirme mejor?

—¿Sentirte mejor de la nada? ¿Te refieres a no hacer nada para que esto cambie y que cambie mágicamente? —Miré mi alrededor, y ante mi silencio él soltó una risita.

—Pues sí, es exactamente lo que necesito y lo que estoy esperando.

—¿Sabes qué? Tus padres pueden estar hablando mal de ti a tus espaldas y no puedes defenderte de esta forma. —Sonreí.

—Sé que eso sucede, pero yo no tengo como defenderme. Defenderme es crear discusiones, defenderme es crear caos. Y ya no quiero eso.

—Cuando menos lo imagines, sentirás las ganas nuevamente.

—Espero que sí. —Sonreí un poco.

—No todo es tan malo, Jessica. —Mencionó luego de unos segundos. —¿Por qué no haces una lista de lo mejor que hay en tu vida?

—Lo haré.

—Genial. Llámame cuando la termines.

Y la hice, y Harry vino a mi mente, su nombre quedó en el aire y terminé escribiéndolo. Porque, aunque estuviera enamorada de él me había ayudado muchísimo.

Tomé mi celular y lo busqué entre los contactos, y de nuevo por séptima vez en la semana intenté llamarlo. Esperé un segundo, luego dos, con mi corazón desbocado, Y corté.

Solté un quejido frustrado. ¡Por dios, no podía hacerlo!

Intenté distraerme poniendo música, pero el deseo de llamarlo y hablar de una vez por todas estaba ahí.

Y entonces me cargué de valentía y lo hice. Lo llamé, puse en alta voz y arrojé el teléfono a la cama lejos de mí, impidiendo que cortara antes de que él atendiera.

Cuando atendió me arrojé sobre él con el corazón en la boca y quité el altavoz, con mis manos temblorosas.

Oí un silencio, y luego su voz.

—¿Hola? —La voz quedó atascada en mi garganta, no pude responder. —Una semana, Jessica, te tomaste una semana en dignarte a llamarme. —Recriminó soltando una risita. —Fue mucho para mí, ahora dime. ¿Qué hiciste conmigo? —

Liberé una risita estúpida.

—¿Cómo sabías que era yo? —

—No lo sé. —Sonaba alegre. —Deseaba que fueras tú. Pensé en pedirle tu número a Bruno, pero ese no era nuestro trato. Creí que me extrañarías más rápido.

—¿El de no insistir si yo no cedía? —Pregunté divertida. —Porque estoy llamándote, creo que ya comienza a perder fuerza. —Confesé.

—Entonces solo llamaste porque me extrañas. —Pude jurar que sonreía, incluso lucía como si estuviera coqueteándome.

—Si. —Confesé. —Quise hacerlo desde hace mucho.

—¿Y qué te impidió hacerlo?

—Uhm... Toda yo. —Murmuré. —He tenido muchas cosas en la cabeza, algunas mucho más claras y otras más... confusas.

—Comencemos por las que tienes claras. —Propuso. Sonreí.

—Tú. —Confesé. —Por más que intente no sentir esto parece que cada vez se hace más... fuerte.

—¿Sí? —Realmente estaba segura que sonreía, y de la forma que me derretía. —Me alegra oír eso.

—Yo no sé cómo sentirme al respecto. —Solté una risita que también lo hizo reír. Me sentía como una niña.

ARDER EN LIBERTADKde žijí příběhy. Začni objevovat