Capítulo 29. Hacia ninguna parte.

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"Por eso siempre llevo el corazón a mano, y si lo tengo que romper ya tendré tiempo para pegarlo."
Porta, "Siento, luego existo."

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-Can we fly, can we fly away? (¿Podemos volar, podemos volar lejos?) -canté animada.

-I'm sitting on the edge. A thousand stars burning in the sky up overhead. (Estoy sentado en el borde. Mil estrellas ardiendo en el cielo por encima de mi cabeza) -cantó Kellin.

-How could it get more beautiful than this? And it made me thin of when, when in my life have I ever felt more infinite? (¿Cómo podría conseguir más hermoso que esto? ¿Y me hizo pensar de cuando, cuando en mi vida nunca he tenido un sentido más infinito?) -canté-. And could I ever get back there again? (¿Y nunca darme allí otra vez?)

Mientras cantábamos, me fijaba en cada persona del público, nos observaban entusiasmados: disfrutando nuestra música.

Lo daba todo, me sentía eufórica, quería sacarlo todo de adentro de mí. Aplaudían, vitoreaban, chillaban, ¡era genial!

***

-Ay, ¡me ha encantado esta canción! -gritó Camille.

-Sí, es fantástica -dijo su hermana.

-Me alegra que os haya gustado -dijo Kellin-. Nos costó hacerla.

-Sí -suspiró Patrick. Yo solo sonreí.

Mientras todos hablaban, sin que se diesen cuenta, salí a la calle. Seguían quedando conciertos, así que me encontré con algún que otro fan, no con un centenar. Gracias a Dios.

Me senté en la acera dejando que el aire fresco me diese en la cara, aún tenía las mejillas encendidas por la emoción de subirme al escenario.

-¿Qué haces aquí? -preguntó Darrence detrás mía.

-Sabía que vendrías -sonreí para mí-. Siempre vienes.

-¿Estás bien?

Me levanté y quedamos cara a cara.

-Tengo que despedirme -sonreí.

Arrugó las facciones de su cara sin comprender demasiado.

-¿A dónde vas? -preguntó.

-No lo sé -negué con la cabeza aún sonriendo-. Pero quiero poder madurar, yo sola.

Negó con la cabeza y le di un abrazo muy fuerte e intenso, y se me escaparon un par de lágrimas.

Esa vez no era una mala idea escapar. Porque no escapaba de nadie más que de mi antigua yo. Ya que tanto me atormentaba no llegar a cambiar nunca.
No quería depender de nadie.

Me fui separando de él lentamente hasta estar solo agarrados por las manos.

Le solté y me miró.

-¿Volverás?

-Claro -sonreí mirando el cielo, buscando alguna que otra respuesta para mis preguntas-. Siempre vuelvo.

***

Llegué en taxi a mi casa, y recogí toda la ropa que pude en una maleta. Llamé a Ben y le dije que viniese con el coche de nueve plazas. Sin preguntar demasiado, accedió. Y solo me quedaba esperar.

Lo único que tenía, era una maleta llena de ropa, un bolso con mis objetos más personales y una perra con ganas de conocer a algún que otro árbol. Ben llegó y le abracé.

Azulada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora