Periodo II: Una lección ineludible

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Periodo II: Una lección ineludible (I)

—Yo no estoy muy convencido —decía Geingel desde el centro del gentío que se había formado. Estamos los tres grupos juntos, tanto los de magos como el de guerreros—. Es un enemigo muy duro.

Los tres lideres no se habían puesto de acuerdo en cual sería nuestra próxima víctima. La elfa y el shaman querían enfrentarse a un demonio del campo de ejecución, para así limpiar por completo dicho lugar. Geingel por otro lado mantenía que no teníamos el suficiente poder —sobretodo tras la partida de varios magos una vez logramos la victoria frente al Coleccionista—, como para matarlo, y abogaba por ir hacía un objetivo menor; el líder OI Mahum que estaba en camino norte entre Dion y Giran.

—Duro sí, pero nosotros no cobardes, ¿humanos sí? —La mayoría de orcos tenían serios problemas para expresarse, y el líder shaman del grupo mago no era una excepción.

—No soy un maldito cobarde —gruñó el guerrero—, solo tengo los pies en el suelo: Necesitamos cubrir las bajas con gente muy competente o no podremos contra él.

—Ya te he comentado que hemos enviado a varios de nuestros miembros a buscar refuerzos en las ciudades cercanas, volverán antes de que anochezca —argumentó la en apariencia delicada elfa que lideraba el tercer grupo.

—¡Incluso con refuerzos dudo que podamos! —levantó la voz prieto los puños.

Se hizo el silencio y yo tuve que resistirme para controlar el ímpetu que inundaba mi ser. A mis ojos en ese momento Geingel no era más que un hombre asustado, ¿Acaso no veía la facilidad con la que matamos una bestia tras otra?

—Creo que deberíamos preguntar a nuestro tanque —propuso la elfa mirando hacia este—. ¿Tú que opinas Asitahka? ¿crees que podrás?.

El experimentado guerrero observó a la elfa con expresión inescrutable, y luego paso la vista por la aglomeración de magos que se encontraban tras ella y el shaman. Finalmente respondió indeciso.

—Es una empresa arriesgada, quizás con más curadores...

—Humanos temerosos... —El maldito orco me incitaba a levantar la voz, a gritar que no eramos unos cobardes, que Geingel no nos representaba como raza, que eramos tan fieros como ellos. Pero debía controlarme, no tenía el turno de palabra y no quería llevarme un reprimenda por parte de nuestro líder.

La mañana había quedado atrás hacia mucho tiempo, y la tarde ya enfilaba sus últimas horas hacia el ocaso. Matar grandes bestias otorgaba mucha experiencia de combate, así como en organización de batalla, y encima se obtenían muchos materiales y recompensas importantes, pero no era una tarea rápida; eliminar a cuatro o cinco de estos enemigos podía llevar toda una jornada de duro trabajo.

—Deberíamos preguntar a nuestros grupos, si mis guerreros quieren seguir adelante aceptaré su voluntad —concluyó Geingel observandonos.

Tanto la elfa como el orco intercambiaron una mirada entre sí mientras sobre nuestras cabezas un trueno retumbaba; el día se había nublado y amenazaba lluvia. Fue la fémina la que respondió:

—Somos los lideres los que decidimos Geingel, si no eres capaz de tomar decisiones, tal vez deberíais elegir otro.

El guerrero imprimió en su rostro un gesto aún más desafiante; algo que parecía realmente imposible. Más aún, no llegaba a comprender como emanando ese poder y esa autoridad podía temer enfrentarse a un demonio del campo de ejecución.

—Sí, tienes razón —dijo—, pero yo no obligaré a mis hombres a ir a una empresa en la que posiblemente no salgamos con vida.

Sin embargo sus guerreros no compartían el temor de su capitán, y le hicimos saber a poco tardar, cuando nos planteo si de verdad queríamos ir a la batalla, que estábamos dispuestos para vencer a cualquier rival. Incluso Asitahka —que era el más receloso en este asunto—, estaba convencido de la victoria siempre que trajeran algún curador más.

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2013 ⏰

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