La peor hora del día, el momento más incómodo de todos los que tenía que vivir día a día...
Kageyama lo llamaba de muchas maneras, pero sólo se refería a una cosa: el cambio de ropa en los vestuarios antes de irse a casa. No le importaba cambiarse con los senpais, e incluso pasaba de los idiotas de Tsukishima y Yamaguchi. Pero había algo que hacía a su "gran amigo" elevarse como el monte Fuji: Hinata en ropa interior.
- ¿Te ocurre algo, Kageyama?- pregunta el pequeño de repente.
El colocador no puede evitarlo y aparta la vista del cuerpo esbelto de su compañero. Sus mejillas se sienten acaloradas; se agarra el pecho y espira, intentando calmarse.
"No hagas una locura, no hagas una locura, no hagas..."
- ¿Kageyama? Me estás preocupando...- susurra dúlcemente, acercándose a la cara de Tobio lentamente.
"PUM"
- ¡¿K-KAGEYAMA...?!
- Tengo una pregunta para tí, enano: ¿me estás provocando?
- ¡¿Q-?!
El de pelo azabache, con el pelinaranja acorralado en la pared de los vestuarios, se relame la comisura de sus labios, ardiendo en deseo. Sabe que está mal, y que los demás pueden llegar en cualquier momento para recoger sus cosas. Pero su instinto se ríe ante esas excusas.
"Es tu momento, aprovecha."
- Prepárate...
- K-Kageyama, me estás asustando...- tiembla el pequeño con las piernas juntas, aferrándose a la pared todo lo que puede.
El más alto se acerca a su oreja y la lame despacio y de manera sensual. El otro se estremece y se agarra a la camiseta de Tobio, con la respiración entrecortada y las mejillas demasiado sonrosadas.
- P-par...
No hace caso a las súplicas del rematador y comienza a besarlo suavemente, disfrutando el momento, el que tanto había deseado que sucediera. Mete las manos por debajo de su camiseta y acaricia su espalda, haciendo que Hinata tiemble ante su tacto.
El beso comienza a intensificarse y aprovecha que su compañero intenta coger aire para meter su lengua y recorrer el interior de su cavidad. Quiere más, mucho más.
Su mano comienza a bajar instintivamente, y acaricia la tela del pantalón de Shōyō. Este se asombra e intenta apartarse, pero el pelinegro no va a dejarlo escapar ahora, y lo encierra contra la pared.
Sus respiraciones se encuentran agitadas, y los dos miran a los ojos del otro, esperando lo inevitable.
Entra dentro del pantalón y...
- ¡TOBIOOOO!
Se levanta de la cama y cae al suelo, lleno de sudor. Vuelve a escuchar la voz de su madre.
- ¡Vas a llegar tarde! ¡Yo me marcho ya!- bocifera antes de salir por la puerta principal.
El muchacho suspira, avergonzado y acalorado.
"Un sueño...", piensa, algo decepcionado.
Después de ponerse de pie y calmarse, se dirige al baño para ocuparse de un "gran asunto", poco preparado para el día que se le avecina.
