Treinta y tres.

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Carter.

--Júramelo Carter --escuché la chillona voz de Jessica a mi lado--. Júrame que me ayudaras a estudiar.
Rodé los ojos molesto. Esta chica comenzaba a fastidiarme.

--Seguro Jessica.
Pero Jessica no se conformaba con eso. Por supuesto que no.

--¡Carter! --chilló con una voz demasiado aguda pegándose a mi brazo--. Júramelo.

¿Qué acaso no se cansa de estar siempre rogando? Parece que esta insistiendo sobre otra cosa. ¿Qué no tiene novio?

Ugh.
Falsa.
Como todas las demás.

--Te lo prometo Jessica.
Ella sonrió y me rodeo con sus brazos. No hice intento por responder.

--¡Gracias Carter! Realmente necesito pasar el próximo examen o reprobaré.

Mentirosa. Ya estas reprobada.

Sonreí de manera hipócrita.
--¿En tu casa? ¿O prefieres que sea en la mía? --preguntó.

--En la biblioteca --respondí--. No quiero que tu novio se confunda con la situación.

Ella rió nerviosa.
--¡Por supuesto que no Carter! --dijo, y se acomodo su falso y rubio cabello tras su hombro--. Él jamás dudaría de mi amor y fidelidad hacia él. ¿Estas proponiéndome algo, acaso?

Pues debería.
Y no, nunca, jamás. Ni muerto.

--No.

Ella rió, pero note como fruncía su ceño.
Joder. Hacia tiempo que había olvidado como eran las mujeres realmente. Y todo gracias a Bree.

Bree, suspiré.

¿Qué mierda me estás haciendo?

El timbre que indicaba el fin de mi calvario con Jessica sonó, y me paré rápidamente, huyendo de ella y su horrorosa voz.

Cruce el umbral de la puerta rápidamente, chocando contra un cuerpo. La sostuve antes de que cayera.

--¡Fíjate estúpido! --me gritó Bree--. Y retira tus asquerosas manos de mí si no quieres perder los huevos.

Reí silenciosamente, sintiendo una sensación de alivio recorrer mi cuerpo.

--¿Y mis huevos por qué? --pregunté aguantando una risa.

Ella levanto su mirada y me miró con una ceja levantada.
--Porque no quitas tus manos de mí.

La miré, usaba unos jeans que se amoldaban a sus bien torneadas piernas y una blusa que mostraba una parte de su plano vientre.

Sí, hoy es jueves. Y sí, está de un humor de perros.

La solté y ella se acomodó rápidamente su blusa.
--Odio esto joder.

Reí.
--No vas a lograr agrandarla ¿sabes?

Me miro y casi sentí sus manos alrededor de mi cuello.

--Y tu no lograras salir de aquí vivo si no te callas de una maldita vez.

Junte los labios en una línea recta y me miro molesta, pero agradecida.
--Vámonos --dijo empezando a caminar--. Tengo un hambre de los mil infiernos.

She's... Different?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora