[EDITADO: 28-05-2015] 5

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Sí, era un hermano mío, uno al que no veía por lo menos desde hacía diez años o más. Su nombre no era irlandés, tenía nombre sueco: Lars. Era el pacifista de la familia, todavía conservaba su gran y pelirroja trenza, había ganado el premio al más alto de Dún Laoghaire. Mientras que yo tomaba pastillas para crecer, él las tomaba para dejar de hacerlo. A los trece años medía uno con setenta, a los quince uno noventa y encima dio el "estirón" y se quedó en dos metros con cinco.

Era otro de mis hermanos que estaba divorciado pero seguía viviendo con su ex, trabajaba arreglando ordenadores a sus vecinos por "lo que puedan darme". A veces le pagaban con dinero, otras con productos de huertas, hasta uno le dio una bicicleta que usa a diario ya que odia los coches porque "están asesinando a nuestro querido planeta".

Divorciados en mi familia estaban él, Judd y Tom. Los demás estaban casados o tienen pareja, yo soy el único "soltero a la fuerza" o como pone en mi DNI y horriblemente nombrado: viudo.

—Bueno, nos vamos a comer algo...

No, en mi familia no éramos de darnos "cariñitos" somos un poco fríos pero nos queremos igual o más que las familias de postín que parecen perfectas pero luego cada uno va por su lado. En la nuestra todos estamos dispersados pero cuando pasa algo somos una piña.


Algo raro pasaba, sentía como si estuviera en el mar, como si me alejara de mi cuerpo y una extraña paz se apoderó de mí. Noté una opresión en el pecho y todo adquirió un tono blanquecino. Ann entró en la habitación con un vaso de café en la mano, hablaba pero no podía oírla aunque sonreía. Dejó el vaso en la mesita y me miró, de repente su cara se transformó en una máscara de ojos como platos ¿qué demonios pasaba? Me estaba empezando a asustar, vi como sollozaba y con rapidez pulsaba la alarma que colgaba de la cabecera de la cama, la pulsó varias veces. Sentía más la opresión y dejé de oír por el oído derecho, me dejé caer hacia atrás y Morfeo me llevó a su mundo.

Lo de despertarse con dolor de cabeza debía de ser deporte nacional... qué asco de dolor penetrante. Escuché la máquina pitar, o sea, como siempre pero oía un "pum, pum, plas" no recordaba ese sonido, estaba en una habitación totalmente a oscuras. Qué raro que hubieran cerrado las persianas. A lo mejor había muerto y estaba en el limbo, como dice el dicho: sólo sé que no sé nada.

Sentía una tirantez en la cabeza y supe lo que era, la maldita venda atada a mi perola. «¿No me fastidies que habían vuelto a hurgar en mi cerebro? ¿Por qué?» Una palabra pasó rápidamente por mi mente: metástasis. O eso o un coagulo, o un derrame, o un infarto. Me concentré en ese ruido que nunca había escuchado y agudicé el oído... vale, si lo había escuchado, otra vez la maldita máquina de respirar. Algo grande me había pasado.

Pero el sonido raro no era eso, la máquina de respirar sonaba como si fuera un fuelle pero ese ruido era extraño, miré hacia el aparato que estaba conectado a algún sitio que no podía ver pero por la trayectoria de los cables me imaginé que lo tenía conectado a la cabeza. Recuerdo que cuando Josh tuvo el accidente le pusieron algo así para ver la presión craneal ¿sería eso? Me apostaba lo que fuera a que sí. Con lo que sabía de medicina parecía que fuera médico en vez de policía.

Esa situación era una tortura china y me dieron ganas de llorar... no quería morir pero estar así no me gustaba nada. Estaba por tirarme por la ventana pero estaba seguro que no me mataría y encima me quedaría paralítico.

Se encendió la barra de luz que estaba encima de la cama, a ver con que mierda me salían esta vez, ya me estaba imaginando un "hola Glenn, te has pasado cinco años en coma" por cómo estaba el tema me imaginé cualquier cosa. Un médico de nombre Laurent, lo sabía porque lo llevaba puesto en una ficha de plástico prendida en el bolsillo.

[4] Las memorias de Leprechaun © {EN PAUSA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora