27 Alpha

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Exigí ser llevado junto a Destello después de librarnos de la bruja, pero Oro solo se mostró interesado de jugar conmigo. Como pensé, él me llevó a la habitación, me hizo esperar un ratito y luego puso variadas cajas multicolores frente a mí. No demoró en mostrarme el contenido de cada una de ellas, los cuales solo me provocaron unas ganas tremendas de tirárselas en su cara, pero no pude hacerlo. Sus amenazas de no llevarme junto a Destello me obligaron a sonreírle con hipocresía.

Finalmente terminé rodeado de trapos. Los niños se mostraron curiosos frente a los diseños de alta costura, como Oro mencionaba a cada momento. Él decía nombres de tal o cual persona mientras me mostraba los trapos, todos ellos nombres de personas que se ganaban la vida diseñándole ropa a los más riquillos del entorno artístico mundano.

Las amenazas de Oro no se hicieron esperar. Me dijo: "Será mejor que elijas algo y te lo pongas o no te llevaré con Destello aunque te pongas a patalear. Tendrás que esperar tu recuperación total si es que quieres verlo por tu propia cuenta". De inmediato afilé mi mirada con tal de que entendiera que sus amenazas eran las peores. Busqué un escape en los niños. Ellos me podían llevar con Destello, pero estos me miraron con sus caras tiesas y luego sonrieron. Eran cómplices de Oro. Algo me dijo que a ellos les encantaba verme siendo sometido por las manías de Oro.

Terminé eligiendo un par de trapos al azar, los más alejados de la atención de Oro, los menos extravagantes: Un pantalón jean color azulado, un polo simple de color blanco, una chompa rosa de lana, que al ponérmela me quedó hasta la mitad de mis muslos, y finalmente unas zapatillas simples. Oro y los niños me miraron un poco sorprendidos cuando salí del vestidor. "El rosa no te queda nada mal", me dijo Oro mirándome de pie a cabeza. Los niños sonrieron y luego dijeron: "El rosa es el color característico de las...", pero Oro los interrumpió. Oro también se mudó de ropa. Volvió a ponerse la ropa causal elegante con el que estaba acostumbrado a verlo. No entendía por qué se compraba tanta ropa de diferentes modelos si al final siempre prefería vestir con lo mismo. Meneé mi cabeza para dejar de pensar en tonterías.

Finalmente Oro se acercó a mí, posó sus manos sobre mis hombros y un revoloteó dorado nubló mi vista. No estaba acostumbrado a ser llevado por nadie, por eso mis rodillas flaquearon un poco al pisar el piso duro de la casa de Destello. Oro me sostuvo para no dejarme caer con brusquedad.

—Aquí estamos, en la casa de Destello, como querías — dijo como si hubiera realizado un acto de caridad.

Yo quería ver a Destello, no la sala de la casa. La llegada a la casa me hizo olvidar que aún no podía trasladarme por mí mismo. Intenté desvanecerme para aparecer en la habitación de Destello, pero no pude hacerlo. Fue un fracaso ridículo intentar desaparecer, ya que, a pesar de lograr desvanecerme, volví a aparecer a solo unos cuantos centímetros de distancia. Lo ridículo fue porque me estampé en el piso con brusquedad.

—Hermano, ya te estás recuperando —dijeron los niños mientras me incorporaba del piso.

—Pero aún falta mucho para que te recuperes en tu totalidad, Luna, mientras tanto tendrás que ser amable conmigo para llevarte a donde quieras.

—Solo quiero estar junto a Destello y eso lo puedo hacer caminando —le respondí dirigiéndome hacia la habitación de Destello.

Crucé la sala, pisé cada escalón de las escaleras, recorrí el pasillo apresurado hasta estar frente a la puerta de la habitación de Destello. Había soportado muchos días lejos de Destello, por eso no me importó abrir la puerta de golpe a pesar de que las mujeres pudieran pensar que la casa seguía poseída. Afortunadamente ellas no se encontraban dentro de la habitación.

—Qué violencia —dijo Oro.

Él y los niños ya se encontraban en la habitación. Oro me miraba como si me hubiese estado esperando mucho tiempo y los niños leían los nuevos cuentos de Destello. Sus presencias me eran indiferentes. Yo solo me dirigí hacia la cuna, el cual estaba vacío. No había rastros de Destello.

UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora