Capítulo 7

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Capítulo 7

El gozo fue tal que casi se puso a gritar en la propia habitación, justo al lado de la chica desnuda, como si hubiese metido un gol su equipo de fútbol.

Como pudo trató de calmarse, y aún con el pulso acelerado colocó el falso fondo en su emplazamiento original, devolviendo el cajón a su lugar. Algo que le costó mucho trabajo ya que debido a la excitación fue mucho más difícil no hacer ruido en esta ocasión. Finalmente cuando estuvo todo en su sitio y aún sin poder ver bien, salió del dormitorio hacia donde Jose Carlos lo esperaba con una expresión de angustia exagerada.

Le indicó mediante señas que lo siguiera y ya con las linternas prendidas comenzaron a bajar los peldaños camino a la salida; tenían que revisar esos papeles esa misma noche.

—¿Que llevas ahí? —preguntaba entre susurros apenas audibles su compañero.

—No te lo vas a creer...

Simón iba a contarle todo en ese mismo instante, sin esperar a llegar a un lugar seguro donde poder hablar. Sin embargo, antes de que pudiera comenzar y justo cuando habían llegado a la sala principal de la vivienda, una potente luz iluminó el interior del hogar cegándolos momentáneamente. Rápido ambos hombres apagaron sus pequeñas linternas; un coche se había detenido justo en frente de los ventanales que poco antes habían roto para acceder a la casa. Podría ser un problema si se trataba del inquilino al que acababan de robar.

Con sumo cuidado se acercaron a la cristalera y vieron como un hombre salía de un vehículo modesto encaminándose a paso decidido hacía la puerta que ellos iban a tomar para salir.

—¡Joder! Es Ángel —musitó desesperado Jose Carlos mientras sostenía con fuerza y ambas manos su arma a la altura del pecho, como solían enseñar en la academia.

—Tranquilizate Jose Carlos. —Y semi encorbado Simón anduvo al pasillo que había visitado antes, donde estaba el baño y la pequeña habitación con los restos de droga—. Sígueme.

Entraron justamente en esta última sala mientras Ángel S abría la puerta de la casa. Ambos hombres pegaron sus espaldas a la pared, Simón en el umbral derecho de la entrada al cuartucho y Jose Carlos en el izquierdo aún arma en mano.

Ángel S dejó las llaves sobre la mesa del salón, y se quitó los zapatos embarrados para tomar el pasillo inferior de la vivienda, justo donde estaban los dos detectives. Se paró frente a la habitación donde ellos se encontraban, muy cerca de la entrada al cuarto de baño que quedaba casi a su misma altura en el corredor.

Por suerte, el matón de barrio quería ducharse y no colocarse, así que entró en el aseo en lugar de su escondrijo. Allí comenzó a desnudarse dejando a sus espaldas a los dos intrusos; dejó la ropa de cualquier manera tirada en el suelo, encendió el grifo del baño y sin esperar mucho tiempo comenzó a ducharse.

Cuando oyeron el sonido de un hombre bajo el agua Jose Carlos hizo señales desesperadas a Simón para salir de la pequeña sala y escaparse del lugar. Señales que Simón aceptó con un cabeceo e indicó a su compañero que fuera delante.

Aún encobrado Jose Carlos se adelantó, pasando rápidamente frente a la puerta del cuarto de baño que continuaba abierta. El viejo detective tardó unos segundos en ir tras él, pero no pudo evitar pararse a mirar la ropa de Ángel; estaba toda llena de barro, como si hubiese estado trabajando, haciendo zanjas en la tierra húmeda por la lluvia. En un acto reflejo se arrodilló y tomó los viejos pantalones vaqueros que estaban sobre el suelo para registrar sus bolsillos en busca de algún nuevo papel que Ángel aún no hubiera añadido a su carpeta verde. Era algo desesperado; lo que había visto de los archivos pulcramente guardados era precisamente eso, su orden y limpieza, algo que era totalmente imposible de tener en un pantalón arrugado, empapado y lleno de fango.

La profanación (Paralizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora