17. Sal de tu caparazón, pequeña tortuga.

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Dedicado a 

Estaba durmiendo en una nube, una gran, suave y muy cómoda nube.

A la distancia, podía escuchar mi celular sonando pero la nube no quería soltarme. Y no podía culparla. Teníamos una estupenda relación de sueño sucediendo por aquí. Sonreí, enterrando mi cara en la nube.

Sin embargo, mi móvil no dejaba de sonar y estaba empezando a ponerme nerviosa. Perezosamente, extendí mi mano hacia la mesa de noche para agarrarlo, la cual terminó derribando mi celular hasta que aterrizó en el suelo con un ruido sordo. Gemí, abriendo mis ojos. Esperé a que mi vista se ajustara a mi entorno. Mi habitación todavía seguía un poco oscura.

¿Qué hora era?

Arrastré la mitad de mi cuerpo fuera de la cama para recoger a mi teléfono. Me recosté hacia abajo, respondiéndolo.

— ¿Hola? —mi voz sonó áspera y soñolienta.

— ¡Hey, Jules! —no reconocí la voz.

— ¿Quién habla?

—Soy Mike —contestó energético —. ¿Te desperté? Lo siento.

— ¿Qué hora es?

—6:40 a.m.

— ¿Qué? —miré a hacia mi ventana. El sol no había salido todavía pero pude ver lo naranja asomándose en el cielo —. Será mejor que tengas una buena razón para llamar a esta hora —dije molesta. Odiaba que me despertaran, especialmente tan temprano y en sábado.

—Escucha, sólo quería agradecerte por lo de anoche.

—Pudiste esperar a una hora decente para decirme eso —me quejé, cerrando mis ojos.

—Lo siento. No podía esperar. Tuve una asombrosa noche con Linda y fue todo gracias a ti.

—Mike, el crédito es todo tuyo. Yo sólo les hice compañía por un momento —escuché un ruido proveniente de mi lado. Miré a mi ventana, con el ceño fruncido. Parecía que algo la golpeara.

—Pero sin ti, ella no hubiera ido al club —Mike siguió hablando pero dejé de prestarle atención. Me senté, mirando a mi ventana. Vi algo pequeño chocar contra ésta. ¿Fue eso una roca?

Fruncí aún más el entrecejo, apartando las sábanas de mí y deslizando mi pie fuera de la cama.

—Jules, ¿me estas escuchando? —Mike preguntó serio.

— ¿Sí? Lo siento, ¿qué estabas diciendo?

—Me preguntaba si quieres tomar una taza de café. Tú sabes, para agradecerte lo de anoche —me asomé por la ventana y abrí más mis ojos.

—No puedo. Tengo que irme, Mike —colgué, mirando hacia abajo en mi jardín.

Jason estaba parado entre los arbustos, lucía bastante mal. Su cabello estaba completamente desordenado pero, no de una manera desaliñada, sino más como de un modo desamparado. Sus labios estaban morados, y se sacudía todo cada tanto. Probablemente estaba resfriado. ¿Por qué? Bueno, únicamente estaba usando sus calzoncillos negros. Miró hacia arriba para lanzar otra piedra cuando me vio. Alivio cruzó su rostro. Empujé mi ventana hacia arriba, abriéndola.

— ¿Qué demonios, Jason? —susurré.

—Abre la puerta trasera —dijo, corriendo hacia la parte de atrás de mi casa. Esta no era como mi casa anterior donde él podía escalar hasta mi ventana. Aquí era más alto para eso.

Un momento después, Jason caminaba dentro de mi habitación. Estaba temblando demasiado. Lo toqué y él estaba tan helado.

— ¡Jesús! Estas tan frío, como Edward Cullen —envolví una de mis sábanas alrededor suyo —. ¿Intentas enfermarte? —lo amonesté. El verano había terminado y el invierno no era la estación más adecuada para andar alrededor de árboles en un par de bóxers.

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