Capítulo 57.

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1 mes después

Lorena

Septiembre ha vuelto a nuestras vidas, y con él, el trabajo, el agobio y el estrés. Me quedan dos meses para salir de cuentas, y desde la semana que viene hasta el día que nazca mi futuro o futura hijo o hija, estaré de gira y de promoción por todo el sur de la península. La novela que publiqué hace unos meses ha sido todo un bombazo, un éxito en ventas y una auténtica revolución, y yo no puedo estar más feliz, ni más orgullosa, por conseguirlo.

Estoy sentada en el sofá, leyendo las noticias en la tablet, mientras Dani compone en el piano de cola del salón y Martín juega con el piano que le regaló hace unos meses.

—Cariño, mira —sonríe Dani, provocando que levante la cabeza y mire a Martín—. ¡Igualito que su padre! —grita entusiasmado, cogiéndole en brazos y sentándole en su regazo.

—No grites, que le despiertas —ordeno en un susurro tocándole el pelo a Lucas.

Antes de que me pueda contestar llaman al timbre, logrando extrañarnos y haciendo que Dani se levante del piano junto a Martín.

—¿Esperas a alguien? —me pregunta antes de abandonar el salón, por lo que niego en silencio.

—Buenas tardes, sobrino —sonríe Jesús cogiendo a Martín en brazos una vez Dani le abre la puerta—. ¿Qué tal ese embarazo, cuñadita? —ríe acercándose a darme dos besos—. ¿Ya has desarrollado algún súperpoder?

—Toco los huevos mejor que nunca, ¿quieres comprobarlo? —vacilo con una amplia sonrisa.

—Se lo dejo a mi hermano, ya tengo a Lucía bastante cabreada últimamente... —murmura sentándose a mi lado con Martín—. Solo venía a recordarte que mañana nos vamos a Barcelona. A las 9:00 vienen a recogernos. Intenta sé puntual, por favor.

—No prometo nada —carcajea Dani cogiendo su teléfono cuando suena—. Luke, dime... ¿Qué?... Vale, ya vamos, esperadnos en la puerta.

—¿Qué pasa? —pregunto preocupada al ver su expresión.

—Los tíos de Hércules tienen que llevar a sus papás al hospital para que el pequeñajo pueda nacer —sonríe Dani dándome un pico—. Les acompañamos Jesús y yo. Tú ve vistiendo a los niños y luego vengo a recogeros —ordena cogiendo las llaves del coche—. ¡Vamos, Jesús!

Dani

—¿Cómo están los futuros papás? —pregunto bajando la ventanilla del BMW junto a ellos cuando llego a la puerta de su casa—. Vamos, subid. Os acercamos.

—¿Cómo lo llevas? —sonríe mi hermano dándose la vuelta para mirar a Miriam cuando se sienta junto a Luke en los asientos traseros.

—Yo estupendamente —se encoge de hombros tocándose la tripa—. Es a este a quien le va a dar un chungo.

—¡Que estás de parto! —exclama Luke cogiéndole la mano nervioso—. ¡¿Cómo estás tan tranquila?! ¡Acelera, Daniel!

—Voy a 90 por un tramo de 40, ¿quieres que nos estrellemos? —pregunto mirándole por el retrovisor—. Relájate, el parto dura horas.

—¡Que aceleres!

—¡Cállate ya! —ordena Miriam antes de darle un manotazo—. ¡Relájate que parece que eres tú el que está a punto de expulsar un niño por la vagina! Yo estoy tranquila, intenta hacer lo mismo tú.

—Madre mía —susurra Jesús volviendo a sentarse correctamente en el asiento del copiloto—. Creo que ya no quiero ser padre.

Suelto una carcajada ante la situación y me concentro en llegar al hospital lo más rápido que puedo. Nada más hacerlo, dejo el coche de cualquier manera en la puerta y entro corriendo mientras Jesús y Luke ayudan a Miriam a bajar.

—Necesitamos a Antonio de la Hoz —informo acercándome a una de las enfermeras—. Miriam se ha puesto de parto.

—En seguida, Daniel —sonríe amablemente antes de dirigirse a un teléfono de la pared—. ¿Informamos a prensa?

—Lucas se encarga de eso —ordeno viendo cómo entran por la puerta—. Pero avisad a seguridad, por favor. No queremos circos mediáticos de momento, esperemos a que nazca Hércules para tomar una decisión.

En seguida asiente y se dirige hacia Miriam, que grita en medio de una contracción.

—Por fin se digna a nacer —sonríe Antonio apareciendo a nuestro lado—. ¿Preparados?

—Yo sí —contesta Miriam con la respiración entrecortada—. A Lucas dale una tila porque si no voy a matarle.

—Vamos a por ello —carcajea Antonio cuando la ordena sentarse en una silla de ruedas—. Te llevaremos a una habitación, a ver cómo va la cosa.

—No quiero prensa, no quiero chivatazos y no quiero cámaras —ordena Luke cuando Antonio empieza a empujar la silla en dirección a la habitación—. Avisad a nuestras familias y punto. Evitad lo público, por favor. Quiero tranquilidad hoy. Miriam necesita paz.


Siempre Tú II [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora