v e i n t e

2K 183 6
                                    

En varias ocasiones en el pasado, cuando sufría de esos horribles ataques de ansiedad que me provocaban quedarme despierta junto a la ventana de mi habitación respirando el aire fresco de la noche, sentí la misma opresión que siento ahora. No solo en el pecho, sobre todo mi cuerpo.

Me pregunto si así se siente estar muerto.

Me pregunto si mi cuerpo inerte está dentro de una caja o algo, porque no me es posible comprender porque me siento tan atada como lo hago.

Es como si una manta de trecientos kilogramos me cubriera de pies a cabeza. Comienzo a entrar en pánico, la claustrofobia haciéndose cargo.

¿Cómo puedo sentir claustrofobia si estoy muerta?

Porque no estas muerta, idiota.

Uno de los trescientos kilos se levanta ante la realización. No morí, entonces, ¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo despertar?

Repentinamente, me siento como si acabara de salir del agua después de haber nadado hasta lo más profundo. Mis pulmones se llenan con aire y mis ojos se abren de golpe, provocándome un dolor de cabeza intenso cuando una blanca luz me ciega. Escucho el ruido de máquinas trabajando, los zapatos chirriando contra el suelo y luego un grupo de alrededor de siete personas está rodeándome. Tomándome por los brazos con suavidad, revisando cada centímetro como si se tratara de un experimento. Mantengo los ojos cerrados en todo momento, ellos saben que estoy despierta, que estoy con vida.

Y ahora, yo misma lo sé.

Y me siento aliviada.

Y preocupada por Niall.

Niall.

La última visión que tuve de él llega a mi mente para torturarme y amenazarse con quedarse ahí hasta que tenga la certeza de que está a salvo.

Que está con vida.

La presión que sentía al inicio desaloja mi cuerpo entero y se posiciona sobre mi pecho y mis pulmones. Es aún peor, esto es a lo que le llaman preocupación.

Abro los ojos, dos personas vestidas completamente de blanco; un doctor y una enfermera. El médico hace comentarios en voz alta que la enfermera apunta rápidamente y solo asintiendo en todo momento. Los ojos del médico me escanean y cuando se da cuenta de que lo miro fijamente –probablemente luciendo como una loca–, murmura algo a la enfermera, quien solo asiente, le entrega la tabla sobre la que está escribiendo y se marcha silenciosamente cerrando la puerta después de salir.

—Señorita Collins, es un gusto verla con nosotros por fin. ¿Cómo se siente? —el hombre se encarga de tomar una silla que se encuentra en una esquina para colocarla a un lado de la cama. Toma asiento, colocando la tabla sobre sus piernas. Luce bastante joven y porta una barba de varios días. Es atractivo, pero no más que Niall.

¿En qué demonios estás pensando? Me regaño, frunciendo el ceño hacia el doctor.

—Como si una roca me estuviera aplastando en este momento. —digo con sinceridad, quizás él puede hacer algo por mí.

El hombre asiente, escribe algo y vuelve a mirarme después de leer algo en el reporte adjunto en la tabla de escritura. —Eso es razonable, los medicamentos que le han administrado tienen ese característico adormecimiento para calmar el dolor. Créame, sería peor si pudiera sentir su cuerpo.

— ¿Por qué? —pregunto. Estoy intranquila con el hecho de que estoy sola en una habitación pulcra de hospital con ese olor característico a desinfectante y el constante sonido del aparato de electrocardiograma.

Se sienta rectamente, me mira con seriedad y asiente antes de hablar. —Tratamos distintas heridas. No tan graves, pero tu cuerpo entró en un serio estado de depresión. No fue un coma, pero empezamos a creer esta misma mañana que lo mejor sería inducirte en uno, es bueno que hayas despertado.

Fearless | niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora