La luna aún estaba suspendida en el cielo cuando la cabeza de Subaru cayó.
No hubo discurso póstumo, ni melodía trágica acompañando su muerte. Solo el sonido seco del acero separando carne, el golpe húmedo al tocar piedra, y finalmente un silencio tan absoluto que dolía. Nadie pronunció su nombre. Nadie rogó por un alto. Nadie lo defendió.
Subaru Natsuki, el chico que había sangrado por cada uno allí presente, había muerto como un criminal sin juicio real.
Y fue solo cuando su sangre tocó el suelo frío de la plaza, extendiéndose como un recuerdo imposible de limpiar, que el mundo pareció despertar al horror.
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Campamento Emilia
Emilia fue la primera en perder el aire.
Sus pupilas violetas temblaron al ver la sangre teñir la piedra— sangre que ella misma había permitido derramarse con su silencio. La mitad de su alma quiso gritar que se detuvieran, que Subaru no era un monstruo, que él nunca le mentiría.
Pero la otra mitad —la fría, la que tenía que ser reina, la que debía proteger a todos aún sacrificando lo que amaba— se quedó quieta.
Y ahora esa mitad la estrangulaba desde dentro.
—No… no… Subaru —sus palabras fueron un susurro roto—. Yo… yo debí—
Roswaal L. Mathers dio un paso atrás, incapaz de ocultar la ligera mueca de sorpresa. El payaso siempre calculaba, siempre sabía, siempre movía piezas. Pero no calculó esto. Ni siquiera él, con su sonrisa quebrada y su mente retorcida, esperaba que el chico realmente muriera, que nadie interviniera.
—Uu~fufu… qué inesperado desenlace —murmuró, pero su voz carecía de esa teatralidad usual. Su único ojo se cerró, inquieto—. Subaru-kun… realmente lo permitimos.
Ram observaba con una mirada dura, sin llanto —pero no por falta de sentimiento.
Para ella, Subaru era la contradicción que nunca había querido aceptar: inútil, molesto, pero irremplazable.
Y ahora estaba muerto.
Quitado como si fuera basura.
—Ne-sama… —Rem temblaba, ojos azules inundados de lágrimas—. Él… él solo quería ayudar… solo quería ser escuchado…
Rem cayó de rodillas, agarrando la tierra manchada de rojo con manos débiles, como si pudiera devolverle el calor. Un sollozo contenidísimo le desgarró el pecho.
—Subaru-kun… por favor… despierta… —su voz se rompió— No me dejes otra vez…
Beatrice permaneció rígida, con los ojos abiertos como si una mano invisible apretara su garganta.
Ella más que nadie sabía lo que Subaru había cargado.
Lo que había enfrentado solo.
Lo que nunca pudo decir.
Ella —quien lo había sellado en el calabozo— sintió su pecho romperse en un dolor que no podía expresar.
—Betty… no pudo protegerlo, supongo —susurró.
Y fue la primera vez que incluso Roswaal la miró con compasión.
Otto no habló. No podía.
Las manos le temblaban tanto que no podía mantener siquiera el equilibrio.
Subaru fue el primer amigo que tuvo, el único que alguna vez había creído en él sin condiciones.
Y Otto ahora tenía el rostro de alguien que se había quedado sin alma.
Garfiel apretó los dientes hasta sangrar.
Este no era el destino de su capitán. No así.
—Tsk… si tan solo hubiera peleado contra esa maldita decisión… —sus uñas se incrustaron en sus palmas— Tenía que haberlo defendido… tenía que…
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Re: Return from the Wrong End
RandomTras los sucesos del Arco 7 y 8 -y con Priscilla aún con vida- Subaru Natsuki cae bajo la Autoridad de Gula de Roy Alphard. Su nombre es devorado, el mundo lo olvida y el hedor de la Bruja lo condena injustamente como Arzobispo del Orgullo. El juici...
