Peligrosa atracción #2 [+18]

dos confesiones

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Liam

Pensé que se apartaría inmediatamente. Pero no lo hizo. Por unos segundos permaneció inmóvil, sus labios contra los míos, y luego... como si fuera inevitable, respondió con la misma urgencia que yo. Mi sonrisa se presionó contra su boca mientras nos la devorabamos mutuamente, sintiendo la suavidad de sus labios y la calidez de su aliento mezclarse con el mío. Mi mano se aferró a su cintura, atrayéndola más cerca, y ella enredó sus brazos en mi cuello, acariciando cada hebra de mi cabello como si quisiera fundirse conmigo. Cada roce era un fuego que recorría mi piel, una invitación a perderme en ella, a no controlar nada.

Mordí su labio inferior y un gemido suyo me atravesó el pecho. "Joder..." susurró, y la vibración de su voz me volvió loco. Enrollé un mechón de su pelo en mi mano y tiré suavemente, dejando su cuello expuesto, vulnerable y tenso ante mí. Mi boca bajó hasta su piel, besando, mordiendo y succionando, dejando pequeñas marcas mientras inhalaba su aroma embriagador, su esencia adictiva que me quemaba por dentro.

-Mierda -siseó entre dientes, tirando de mi cabello Es un dolor... placentero.

Subí con besos húmedos hasta rozar su lóbulo, mordiendo suavemente mientras su respiración se aceleraba y un grito ahogado escapaba de su garganta.

-Princesa... ya me tienes duro -le susurré al oído, sintiendo cada temblor de su cuerpo contra el mío.

-Ya lo sé -jadeó, y su mano bajó a mi erección, el contacto eléctrico haciéndome estremecer hasta los huesos. Mi mano respondió instintivamente, buscando su trasero, y una nalgada resonó en el aire. Ella pegó un salto con un grito agudo que me encendió aún más.

-No la toques si no es para ayudar -mi voz se volvió grave, firme, cargada de un control que me era imposible ignorar. Sus ojos azules se oscurecieron, intensos, dominantes, penetrándome con la fuerza de un rayo que no podía evitar.

Volví a devorar su boca. Su respuesta fue igual de voraz, desesperada. Era una diosa, un milagro que no merecía. Mis manos buscaron uno de sus pechos, notando cómo sus pezones se marcaban bajo mis dedos, reaccionando a mi toque. Ella se puso de pie, separándose de mí y llevándose consigo su calor, y un vacío punzante me atravesó.

-No, no, no -dijo, retrocediendo varios pasos.

No pude contenerme. Me levanté, ignorando el dolor que recorría mi pierna. Dos pasos más y alcancé su muñeca, sujetándola con fuerza.

-¡No! ¡Suéltame! -exclamó, intentando zafarse.

No lo hice. La atraje hacia mí, pegándola a mi pecho, envolviendo su cuerpo con mis brazos. Ella temblaba, golpeando mi torso con débil fuerza, sollozando entre sus palabras:

-Hijo de puta... -susurró, un sollozo escapando de sus labios mientras me golpeaba.

No me inmuté. No podía.

-No quiero volver a caer... No voy a dejar que me lastimes otra vez -dijo, sus palabras atravesándome, llenas de miedo y verdad. La había lastimado antes, y tenía derecho a temerme.

Separó su rostro de mi pecho y me miró con ojos llorosos, decididos:

-No voy a dejar que vuelvas a tocarme.