disparos

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Britdi

Me quedo inmóvil en el asiento del auto, con el corazón golpeándome las costillas como si quisiera salir corriendo antes que yo. Apenas respiro, conteniendo el aire en mis pulmones, mientras las voces masculinas continúan hablando.

—Tienes que hacer caer a Liam, que confíe en ti —dice una voz grave, desconocida, fría como el filo de un cuchillo.

Un escalofrío me atraviesa la espalda.

—Él es un hombre muy desconfiado —responde otra voz distinta, más áspera, como si se desgarrara con cada palabra. Parece provenir del auto de al lado.

—Estás trabajando para él, tienes que meterte en su mundo —añade la primera voz, más cerca ahora, casi como un susurro que me roza la nuca.

Mis manos tiemblan sobre el volante. Tengo que irme de aquí. Pero no puedo levantar sospechas. Si me descubren escuchando, estoy perdida. Como abogada de este caso no puedo permitirme un solo error. Una mancha, y todo termina.

Respiro hondo, apenas, y me deslizo hacia el asiento del copiloto. El cuero cruje bajo mi peso y el sonido me taladra los oídos como una alarma. Abro la puerta despacio, con movimientos lentos, calculados. El metal chirría, casi inaudible, pero a mí me parece un grito desgarrador en medio del silencio.

Mi corazón late con tanta fuerza que creo que ellos también pueden escucharlo. Mis manos, frías y sudorosas, resbalan al sujetar la manija. Salgo del coche inclinando la cabeza, el pelo cubriéndome el rostro como un velo. Camino hacia el centro de los autos, rumbo a la salida. Cada paso es un peso muerto, cada segundo una eternidad.

—¡Hey! —escucho una voz masculina detrás de mí.

El mundo se me congela. Siento que la sangre se me hiela en las venas. Trago saliva y sigo caminando, obligándome a no reaccionar, a no girarme. Por favor, que no sea para mí. Que no sea para mí.

Entonces oigo pasos apresurados. No volteo, pero en el reflejo del vidrio polarizado de un coche los veo: me siguen, sus ojos fijos en mí. La respiración me falla. El miedo se apodera de mi cuerpo, como un veneno que paraliza y a la vez me impulsa.

¡Mierda!

Eché a correr. Mis zapatos repiquetean contra el cemento, cada golpe es un disparo en mis oídos. Levanto la cabeza, buscando desesperada algún rostro, alguna salida, pero el estacionamiento parece infinito, un laberinto vacío. El eco de las pisadas detrás de mí se hace más fuerte, más rápido, más cerca.

Un disparo estalla a mi lado, el proyectil choca contra la chapa de un auto con un ruido metálico. Un alarido ahogado se me escapa de la garganta. El estacionamiento se convierte en una trampa interminable, un infierno a plena luz del día. Otro disparo. Otro más. Mis piernas corren solas, como si mi vida dependiera de ellas.

Y entonces, una camioneta negra irrumpe con un chirrido ensordecedor de neumáticos, cortando el aire como una bestia desatada. El motor ruge y el vehículo se detiene bruscamente frente a mí.

Las puertas se abren de golpe.

De adentro emergen Elliot y Liam, armados, como una sombra y su reflejo. El alivio y el terror chocan en mi pecho con la misma intensidad.

Peligrosa atracción #2 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora