Peligrosa atracción #2 [+18]

Tristeza

7

Liam

Ella sale por la puerta dejando atrás su "nunca", y ese maldito eco me retumba en la cabeza como si fueran disparos. Joder, sigue resentida... todavía guarda veneno por algo que ocurrió hace cinco putos años. Y lo peor es que no sabe la verdad, no sabe que fue por ella, por su vida. Quiero correr tras ella, detenerla, agarrarla del brazo y gritarle que siempre la amé, que la sigo amando con cada jodido latido. Que la única razón por la que la solté fue porque si no lo hacía, la hija de Gabriel la iba a matar. Pero ella cree que la abandoné porque quise, y ese pensamiento me está desangrando.

Cinco años atrás, después del secuestro de Brit, ella logró escapar... y esa misma tarde recibí la prueba de que todo estaba perdido. Una foto en mi cuarto: Princess atrás de ella brit..... Dormida, indefensa Con un mensaje corto, venenoso: "Tu seguridad es una mierda. Para que veas que en cualquier momento puedo matarla. Te quiero, primo."
Ese instante lo recuerdo como si mi corazón se hubiese parado. Sentí cómo la sangre se me drenaba, los oídos me zumbaban, y el aire desaparecía. Por primera vez en mi vida, tuve claro lo que debía hacer: dejarla. No porque quisiera... sino porque era la única forma de mantenerla viva. Y esa decisión me destrozó más que cualquier tortura.

Camino hacia la puerta sin pensar, sin ver nada más que sus pasos alejándose. Joder, no puedo ni imaginar que Brit esté con otro hombre, no puedo soportar que me odie. Esa idea sola me pulveriza, me deja hueco. Necesito decirle la verdad. Necesito que sepa que nunca la dejé de amar, que lo único que hice fue sacrificarme, sacrificar nosotros, para que ella siguiera respirando.

Empujo la puerta de cristal que pesa poco y nada, pero siento como si me costara una vida entera atravesarla. Afuera está Ales, seguramente esperando hablar de los detalles del nuevo bar que estoy montando, pero ni siquiera lo miro. No me importa. Porque al fondo, mucho más importante, la veo a ella. A Brit. Con ese cabello que todavía me obsesiona, con esa forma de caminar que me hipnotiza. La veo subir al ascensor y siento que la pierdo otra vez. Me impulso para correr, para alcanzarla, pero entonces... una voz, seca y conocida, me detiene.

-Déjala en paz, hermano. Ella hizo su vida lejos de ti. Tú la dejaste. No puedes venir ahora a destruir la paz que tanto le costó encontrar-.
La voz de Ales me corta como una cuchilla. Mi pecho sube y baja descontrolado, el aire quema al entrar y salir, la adrenalina me baja de golpe hasta dejarme mareado. Me giro hacia él con los ojos ardiendo.

-Joder... -maldigo en voz alta, pero la rabia no se calma-. ¡Puta mierda! -grito, y el eco de mi voz resuena en el pasillo. Varios empleados levantan la mirada, sorprendidos, pero la bajan enseguida. Saben que yo nunca pierdo el control... y justo por eso este estallido los incomoda. Aprieto los puños, conteniéndome, y camino con pasos largos hacia mi oficina.

Empujo la puerta, la cierro con fuerza detrás de mí y camino directo al pequeño minibar que tengo junto al escritorio. Mis manos tiemblan cuando agarro un vaso de cristal y lo lleno hasta la mitad con whisky escocés. Me dejo caer en la silla, la espalda recostada contra el cuero, y miro el ventanal que tengo detrás como si allí pudiera encontrar un respiro. Levanto el vaso, preparado para tragar fuego y silencio, cuando la puerta se abre sin un maldito toque.

Emma.

Entra con ese vestido rojo ceñido que parece pintado sobre su cuerpo, su cabello cayendo con un brillo que pretende ser perfecto. Su perfume barato me invade antes de que pueda reaccionar.

-Amor... -dice con su voz empalagosa.

Entrecierro los ojos. Joder, esa voz me irrita, me arranca un cansancio que me carcome.