✉ Epílogo ✉

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Las olas del mar danzaban sin parar, en un compás sin igual para aquel que se extasiaba al mirar. Una gaviota volaba por encima de ellas, pero sin oponer mayor resistencia a aquellas veletas. El sol empezaba a mostrar una tonalidad rojiza, pero todavía no parecía tener prisa. El viento comenzaba a ser irascible sobre la ciudad y mostraba sobre la playa toda su majestuosidad.

Al costado de ellos, una niña se encontraba corriendo en la arena. Gustaba de espantar a las gaviotas que se apostaban sigilosamente para cazar a los cangrejos que salían de su escondite. A pocos metros de ella, un hombre joven estaba concentrado con su libreta. Sus manos escribían sobre las hojas en un movimiento oscilante que asemejaban a las ondas. De pronto, un poco de arena le cayó sobre su cara provocándole que volteara a ver quién lo acompañaba.

—Papi, ¿qué escribes? —preguntó Aira acomodando la pequeña trenza derecha que caía sobre su hombro.

El hombre no respondió. Parecía estar en un estado de trance mientras su mano seguía escribiendo letras que para ella no estaban a su alcance.

Aira meneó con la cabeza y solo optó por sentarse a su lado. Cuando su padre se encontraba totalmente concentrado en su escritura no había nada ni nadie que pudiera sacarlo de esa imaginaria atadura.

‹‹Supongo que serán poesías››, pensó en ese instante.

Luego de breves minutos, en los que la niña intercalaba la contemplación de las olas, las gaviotas y de su padre, este por fin dejó su escritura para prestar atención a la muchacha...

—Escribo poesías convertidas en canciones...

—¿Y eso qué es? —mencionó observándolo extasiada. Cada día aprendía algo nuevo con su progenitor.

Semanas atrás su padre le había recitado por primera vez una serie de poesías antes de que se acostara a dormir. Había descubierto que su hija lograba conciliar el sueño más rápido que cuando le relataba cuentos infantiles. Y cuando Aira notó la diferencia entre las poesías que escuchaba y los cuentos a los que estaba acostumbrada, su padre trató de explicarle la diferencia entre la estructura literaria de ambos géneros. Desde entonces la muchacha había encontrado como afición el decir palabras que rimaran y luego plasmarlas en el papel, para orgullo de su padre que decía que tenía habilidad para la escritura a tan temprana edad. No obstante, ahora que prestaba atención a lo que él le decía, no tenía ni la más mínima idea de a qué se refería...

—Escucha esto que acabo de escribir... —dijo su padre con aquella voz cantarina.

Aira apoyó sus codos sobre sus rodillas, para luego hacer lo propio con su rostro sobre sus manos:

En ese dulce e inolvidable verano yo te conocí,

y sé que fuiste lo más hermoso que descubrí.

Cuando te arrullé en mis brazos fui feliz,

y rogué a Dios porque nunca fueras infeliz.

Mis deseos de tenerte en mis brazos,

por fin ese día se vieron concretados.

Al oírte por primera vez decir mi nombre,

tu voz me arrulló como a ningún otro hombre

Porque oírte hablar es una sublime melodía,

que solo se compara con la más deliciosa ambrosía.

Aira se quedó boquiabierta. Había escuchado a su padre cantarle en otras ocasiones. No obstante, ese día le había parecido distinto. No solo el tono con el que él cantaba podía calificarse de especial, sino que los gestos que hacía y el amor con el que la observaba la hacía sentirse la niña más querida del mundo.

—Es solo un simple borrador —dijo con una mueca de desagrado—. Todavía hay cosas que arreglar. Pero, ¿notaste la diferencia?

Aira no supo qué decir. Sólo atinó a fruncir el ceño y a agarrarse nerviosamente la trenza. Su padre al darse cuenta de la situación, trató de explicarse mejor.

—¿Hay alguna diferencia entre las poesías que te leo siempre de noche y la que te acabo de cantar ahora?

La niña asintió con la cabeza.

—Riman... pero... —Aira volteó su cabeza hacia las olas. Aquellas le parecían que danzaban uniformemente al compás de una canción, como cuando tuvo que aprender a bailar una coreografía para su actuación escolar. Así que esa fue la primera comparación que se le vino a la mente—. ¿También bailan?

El hombre sonrió ante la inocencia de su pequeña hija.

—Van acompañadas de melodías... —señaló pacientemente. Luego le indicó con un gesto a su hija para que se acercara hacia él para explicarle con más detalle acerca de qué se refería.

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—Aira, ¿eres tú? —dijo el joven de grandes y brillantes ojos verdes que la observaba fijamente.

En otra ocasión ella se hubiera sentido intimidada al ser contemplada de esa manera. Sin embargo, al oírlo hablar y sobre todo, al escucharlo decir su nombre de aquella manera tan cantarina, recordó con preciso detalle aquel paseo en la playa de hacía diez años atrás y lo que aquellos últimos versos habían significado:

‹‹Porque oírte hablar es una sublime melodía, que solo se compara con la más deliciosa ambrosía››, retumbaba en sus oídos al mismo tiempo que asentía nerviosa como respuesta al requerimiento de aquel muchacho.

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Anotaciones finales:

1) Aquí acaba la primera parte de la historia de Ansias y Poeta.

2) La segunda parte de la historia es "Melodías y Ambrosías".

3) Les recomiendo leer las "Anotaciones finales" y la de la segunda parte de la historia que siguen a continuación para mayores detalles.

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Ansías y Poesías [Saga Ansías 1] ✓ - [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora