Peligrosa atracción #2 [+18]

Maldito ascensor

2.

Liam

Emma está a mi lado, parloteando de algo que no escucho, y no podría aunque quisiera. El regreso de Britdi me tiene jodidamente fuera de órbita. Ella… mierda, ella cambió. El rubio que siempre la hacía brillar ahora está atravesado por mechones rosas que le quedan perfectos, como si hubiera nacido para llevarlos. Se plantó frente a mí hecha toda una mujer: no, no una mujer cualquiera, sino una de esas que marcan una sala con solo entrar. Britdi Monroe, la abogada de renombre, la que aparece en televisión, en las putas redes, en cada conferencia importante. Todos la conocen. Todos menos yo. Yo, que debería haber sido el primero en saberlo todo de ella.

Y sin embargo, ella construyó su vida lejos de mí. Se levantó, se rompió y se reconstruyó sin mi presencia, y ahora vuelve convertida en algo tan jodidamente inalcanzable que me quema. No es justo. No es justo que aparezca justo ahora, cuando ya tiene su mundo armado, perfecto, sólido… y yo irrumpa como la herida que nunca cerró. Pero no vine buscándola. No vine por ella. Y aun así, verla me destroza porque está más hermosa, más peligrosa, más segura de sí misma que nunca.

No me pasó desapercibido cómo Emma le restregó en la cara nuestro compromiso. Pude ver el destello en el rostro de Britdi: primero sorpresa, después desprecio. Ese gesto me atravesó como un maldito cuchillo. Y aun así, el instinto casi me arranca del asiento, casi me obliga a ir hacia ella, a besarla, a recordarle que entre nosotros todavía arde todo. Pero me contuve. Joder, apenas.

Emma y yo… lo nuestro es un trato, una puta transacción. Nos comprometimos porque su padre es poderoso y en su momento yo lo necesitaba. Era la llave que me abría puertas. Pero ahora esas puertas ya las derribé yo mismo, y la verdad es que ya no necesito nada de ellos. Nada de ella. Nada… excepto a Britdi.

Ella es todo lo que juré que no volvería a desear. Britdi Monroe, especialista en derecho corporativo, cofundadora de Monroe & James, el estudio jurídico más prestigioso del país. Sé que tienen un ejército de abogados, todos respetados, todos con nombres que suenan en los tribunales. Pero ninguno importa. Porque las principales, las que sostienen ese imperio, son dos: Natalia James… y Britdi.

Y mientras la observo, solo una verdad me golpea con crueldad: se convirtió en todo lo que siempre supimos que sería. Y yo… yo sigo siendo la cicatriz que mancha su pasado.

—¿Me estás escuchando? —la voz chillona de Emma me saca de mis pensamientos, obligándome a girar hacia ella.

—No. —respondo sin dudar, sin mentir, sin ganas de suavizar nada. Su rostro se crispa en indignación, como si esperara otra cosa de mí, como si todavía no entendiera que ya ni me esfuerzo en fingir.

—Pero… —empieza a quejarse, y no le dejo el espacio para terminar.

—Estoy harto. —me levanto de la silla con brusquedad, cansado de su voz, cansado de ella—. Me voy a dormir, estoy agotado. —Lanzo un billete sobre la mesa sin mirarla.

Emma me observa como si no pudiera creer lo que pasa, con esa sorpresa que se mezcla con el dolor de su ego herido. No me detengo.

—Pero…

—Déjame. Quiero estar solo, ¿tan difícil es de entender? —la corto de nuevo, esta vez con un tono seco, bordeando el desprecio. Ni siquiera lo pienso, simplemente me sale. Mis pasos se vuelven rápidos, casi rabiosos, camino hacia el ascensor sin darle un segundo más. La dejo allí, petrificada, tragando su propio orgullo.

El ascensor está a punto de cerrarse cuando estiro la mano para detener las puertas. Se abren de golpe… y la veo.

Britdi.