Peligrosa atracción #2 [+18]

te conozco

2

Britdi

Cuando termino de girar la cabeza, lo veo.
Ojos verdes esmeralda, tan familiares que por un segundo siento que me quedo sin aire. Me miran con la misma sorpresa que yo llevo en la cara. Mi respiración se corta, el pecho se me encoge y mis pupilas se dilatan sin que pueda evitarlo. Trago saliva con dificultad, como si mi garganta estuviera hecha de arena.

Sigue igual... y, al mismo tiempo, no. El mismo cabello negro, rebelde como siempre, pero hoy lleva una remera blanca sencilla y unos shorts negros que cuelgan holgados de su cintura. Se ve más relajado, casi descuidado, en contraste con la última vez que lo vi... aquella vez que marcó un antes y un después en todo.

-Britdi... -su voz suena grave, rasposa, con un matiz inestable que me eriza la piel. Y para mi sorpresa, él también parece atrapado en esta misma incredulidad que me inmoviliza.

-Liam... -mi voz sale más aguda de lo que pretendo, delatando lo que intento esconder. La tensión se vuelve insoportable, densa, como si cada segundo pesara una eternidad. Nuestros ojos se enganchan y ninguno parece dispuesto a soltarse.

Un carraspeo rompe el instante, arrancándome de golpe de ese limbo. Giro apenas el rostro y la veo: una chica aferrada a su brazo, con seguridad, como si le perteneciera. Mi mirada se clava en ella, en su melena roja encendida, perfectamente peinada.
Emma Anderson.

-¿Britdi? ¿Eres tú? -pregunta con una sorpresa tan falsa que duele, su voz dulce recubierta de veneno. Me obliga a regresar por completo a la realidad.

-Sí... ¿Emma Anderson? -respondo, con la voz todavía un poco aguda. Una presión repentina me oprime el pecho, sofocante.

Pero si yo lo superé... ¿por qué habría de importarme?
<<Y una mierda lo has superado.>>

Las imágenes me golpean. Era verdad... él la amaba. No eran rumores, no eran malentendidos. Todo lo que me dijo, todo lo que me hizo creer... ¿fue solo para usarme? ¿Para arrancarme el corazón y después dejarlo tirado? ¿Para asegurarse de que, si volvía a cruzarnos, el dolor fuera más afilado que antes?

-Sí, esa misma -dice con una alegría que huele a mentira a metros de distancia. Su sonrisa es amplia, pero los ojos no la acompañan. Yo le devuelvo una sonrisa tensa, tan forzada que hasta los músculos de mi cara se quejan.
-¡Te has pintado el pelo! Te queda muy bien -añade, con ese tono meloso que siempre me hizo desconfiar.
Voy a necesitar una limpia después de esto... no quiero que su energía me toque más de lo necesario, no vaya a ser que termine quedándome sin pelo por su culpa.

-Gracias -respondo, seca, cortante, como si cada palabra fuera un portazo. Trago saliva y, sin querer, mi mirada baja hacia su mano. Entonces lo veo: un anillo. Brilla demasiado, como si su única función fuera herirme.

El impacto me deja unos segundos en blanco. Y, por supuesto, ella se da cuenta. Sigue mi mirada con una lentitud calculada, disfrutando de cada segundo.
-¿Te gusta? -pregunta con un tono dulce, venenoso-. Liam me propuso compromiso hace apenas tres días.

Mi mundo se me cae a los pies. No es una exageración: lo siento, como si las piezas que me sostenían se soltaran de golpe. Me están jodiendo.
¿Por qué mi corazón reacciona así? ¿Por qué se siente tan mal como la primera vez que me rompió?

Mis ojos, sin poder evitarlo, buscan los suyos. Esos malditos verdes jade. Él sigue mirándome. No dice nada. Ni una palabra. Solo mantiene esa mirada fija, como si en ella se estuviera jugando algo que no entiendo.