Rosa

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Britdi

-¿Qué color de mechitas quiere, señorita? -pregunta la estilista mirándome a través del espejo. Me quedo observando mi reflejo, como si en ese instante pudiera descifrar algo más que un simple cambio de look. Pienso en rojo... demasiado atrevido. Azul... no me favorece mucho.

-Rosa -respondo finalmente, con una seguridad que ni yo esperaba. Ella asiente y se aleja para buscar el tinte.

Me quedo con el celular en la mano, distraída, cuando la pantalla se ilumina con una llamada de número desconocido. Dudo por un segundo, pero contesto.

-Hola -digo con un tono cauteloso.

-¿Hablo con la abogada Britdi Monroe? -pregunta una voz masculina al otro lado de la línea, grave y profesional.

-Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarlo? -respondo, con esa formalidad automática que se activa en cuanto me llaman por trabajo.

La estilista vuelve, sosteniendo en alto el recipiente con el tinte rosa. Mientras la observo, recuerdo que decidí este cambio porque, según un video que vi en TikTok, mi color ideal era rubio con mechitas rosas. Y aquí estoy, llevándolo a la realidad.

-Necesitamos de su experiencia. Es un asunto urgente de derecho corporativo -dice el hombre, con un tono que suena tanto a solicitud como a advertencia.

Guardo unos segundos de silencio. No por sorpresa, sino porque ya estoy analizando las implicaciones, evaluando mentalmente tiempos y posibles escenarios.

-Perfecto -respondo con firmeza-. Lo mejor será que nos reunamos para que pueda darme todos los detalles.

-¿Podría ser en su oficina? -pregunta él.

-Claro. Nos vemos allí -confirmo con voz segura, marcando el cierre de la conversación.

Cuelgo, respiro hondo, y mientras la estilista se prepara para aplicar el tinte, pienso que a veces los grandes casos empiezan en lugares tan inusuales como una silla de peluquería

Hace dos años que terminé de estudiar Derecho. Desde entonces, me he convertido en una abogada de renombre, especializada en Derecho Corporativo, aunque mi formación no se detuvo ahí: también me perfeccioné en Derecho Social, Derecho Penal y otras áreas. Sé mucho, más de lo que aparento, y más de una persona importante me ha contratado para resolver problemas que parecían imposibles... y sí, en más de una ocasión, les salvé el cuello.

La peluquera me está secando el cabello. Ya terminó con las mechitas rosas, y mientras el aire caliente me acaricia el cuero cabelludo, vibra mi teléfono. Es un mensaje de Natalia, mi amiga desde la época universitaria, cuando las dos estudiábamos Derecho. Hoy compartimos algo más que recuerdos: vivimos juntas en un departamento lujoso, de esos que parecen de revista. No es que no pudiéramos vivir por separado -nuestros ingresos nos lo permitirían sin problema-, pero decidimos seguir juntas porque así es más divertido... y porque, de alguna manera, nos cuidamos mutuamente.

Natalia: Nos vemos en el café del depa?

Sonrío. Abajo, en la planta baja del edificio, tenemos un café que ya forma parte de nuestra rutina. Allí desayunamos casi todos los días y merendamos siempre que podemos. Es nuestro pequeño ritual.

Britdi: Claro. Te avizo cuando salga de la peluquería.

Le respondo y apago la pantalla. Me miro en el espejo grande frente a mí mientras la peluquera sigue secando, y repaso mentalmente mi agenda de mañana: una reunión con un cliente importante, revisión de contratos, y una llamada pendiente con un socio extranjero.

Peligrosa atracción #2 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora