━ 💌: I'll be watchin' you

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Sophia parecía orgullosa. Modesta. Pero sus ojos contaban otra historia.

No fue una mirada cualquiera.   

Daniela los contó. Fueron exactamente dos minutos. Dos largos minutos en los que los ojos de Sophia derramaron algo perfectamente oculto tras una capa de halagos y un pestañeo que casi rozaba la inocencia. Había fuego ahí. Un atrevimiento envuelto en dulzura. Y aunque intentó convencerse de que era solo parte de esa teatralidad encantadora que Sophia manejaba tan bien, no pudo evitar sentirlo distinto. Tal vez era el modo en que sostuvo la mirada, o como dijo el nombre de Marquise con una claridad casi cruel, como si cada letra estuviera dirigida a ella. Daniela se preguntó si acaso había un mensaje cifrado, algo que no estaba comprendiendo. ¿Lo había dicho para provocarla? ¿Para medirla? ¿Para hacerle ver que no todo giraba a su alrededor? Y por más que buscó una explicación lógica, una justificación que apagara el nudo extraño en su estómago, no encontró nada que no sonara a excusa. La verdad era incómoda, punzante, y aunque no quiso admitirlo, por un segundo —uno solo— sintió que Sophia la estaba desafiando.

Daniela intentó convencerse de que no tenía sentido dedicarle tanta energía a ese pensamiento. Probablemente fue una mala lectura. Una interpretación torcida por la tensión y el exceso de glitter flotando por toda la escuela. Pero ahí estaba. Aún ahí, con el motor encendido y las manos al volante, repasando el momento como si en alguna esquina de su memoria hubiera una pista escondida.

El semáforo cambió a verde, pero ella no se movió.

Cerró los ojos, queriendo apagar esa imagen, pero otra la reemplazó enseguida: la noche de la obra. Sophia empapada de sudor y sonrisas, abrazándola mientras agradecía las flores. Megan había insistido en que eran sus favoritas... ¿pero lo eran? Porque cuando Marquise apareció con ese ridículo ramo de peonías, Sophia sonrió distinto. Más genuina. Más sorprendida. Más... feliz.

Y entonces volvió a oírla, como un eco filtrado por la canción.

"Es el mejor regalo que hubiese podido recibir. Como si me conociera mejor que nadie."

—Estoy pensando demasiado —se dijo a sí misma.

Una bocina retumbó justo detrás y Daniela se sobresaltó. Solo entonces apoyó el pie en el acelerador, despacio, casi a regañadientes. Tenía las manos tensas en el volante.

La canción cambió. Se permitió respirar entonces, sin apenas notar que había estado conteniendo el aliento. 

Daniela parpadeó, volvió en sí, y giró el volante hacia la derecha. El cartel amarillo con letras negras le dio la bienvenida: Waffle House. 

Aparcó. Suspiró.
Y se obligó a sonreír antes de bajar del auto.

La campanita sobre la puerta sonó con un cling agudo

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La campanita sobre la puerta sonó con un cling agudo. Daniela entró despacio, aferrándose a las finas tiras de su pequeña mochila de cuero. Waffle House estaba medio vacío, con ese olor inconfundible a jarabe, grasa dulce y café que se pegaba a la ropa. Un sábado lento. Uno de esos en los que todo parece arrastrarse con pereza. 

𝑫𝑬𝑨𝑹 𝒀𝑶𝑼, 𝑰 𝑳𝑶𝑽𝑬 𝑼Where stories live. Discover now