Azul [JaeyixSeulgi]

Cap 11

Desde que Taek apareció, Jaeyi parecía... más habladora.Más abierta con todos. En clase se reía más, incluso participaba más. Y no era que eso le molestara a Seulgi. No. Le gustaba verla feliz. Pero no así. No por alguien más.

El lunes siguiente, cuando Seulgi llegó a los casilleros, encontró a varios compañeros reunidos alrededor de Jaeyi y Taek. Él tenía una rosa en la mano. 

—¿Y esa flor? —preguntó alguien.

—Se la trajo Taek —respondió otra voz, como si fuera la cosa más romántica del mundo.

—¡Ay, qué lindos se ven juntos! 

Jaeyi rió con nerviosismo y bajó la mirada, mientras Taek simplemente sonreía con esa seguridad que ya todos le conocían. Seulgi se detuvoa ver la escena. Nadie notó su presencia, pero no importaba. Había visto suficiente.

Una flor.

¿Quién demonios regala algo así sin esperar nada?

La clase pasó lento. Muy lento. Seulgi no podía concentrarse en sus apuntes, en  nada realmente, sus amigas del salón le hablaban de algo pero su mente no estaba ahí. En el receso cuando salió del aula se sosprendió de ver a Jaeyi ahí esperandola. 

—¿Estás bien? —le preguntó caminando a su lado.

—Sí —respondió Seulgi sin más.

—¿Segura?

—Sí.

Jaeyi la miró un momento, luego suspiró.

—Taek me dio una flor —dijo—. Fue raro. Dijo que era una muestra de agradecimiento por ayudarlo a conocer la escuela.

—¿Una rosa roja?

—Sí.

—Eso no es agradecimiento —soltó Seulgi, sin mirarla.

Jaeyi la observó, sorprendida.

—¿Entonces qué es?

—Es coqueteo.

Hubo un pequeño silencio. Jaeyi se acomodó el cabello detrás de la oreja, algo nerviosa.

—No... no creo que sea eso.

—Claro que no lo crees —murmuró Seulgi, sin poder contener la amargura en su voz.

—¿Qué significa eso?

—Nada.

Seulgi caminó más rápido por el pasillo sin mirar atrás. No quería pelear. No quería sonar como una novia celosa. Porque no eran novias. Nadie lo sabía. Nadie las veía así.

Nadie, excepto ella.

Durante la práctica de vóleibol, Taek volvió a aparecer. Se sentó en las gradas, al lado de Jaeyi, como si ya fuera costumbre. Ella le ofreció una botella de agua.

Seulgi falló un saque. Y luego otro.

—¿Qué te pasa hoy? —le gritó su entrenadora—. ¡Concéntrate!

Pero no podía. Porque cada vez que lanzaba el balón, veía esa flor en la banca. Y esa sonrisa de Jaeyi que ya no era solo para ella.

Esa noche, en su casa, Seulgi sacó la carta arrugada que aún tenía en su mochila.

La desdobló con cuidado. La había leído tantas veces que ya se sabía las palabras de memoria. "...Me gustas desde antes de que supiera cómo se llama esto. Y cada día quiero verte más. Me gustaría ser tu novia. Pero si no estás lista, está bien. Yo puedo esperarte. Siempre lo haré."