〔 ◌ Cᴀʀɢᴀɴᴅᴏ Pᴀɴᴛᴀʟʟᴀ ◌ 〕
¡Jugador, bienvenido a "Oɴᴇ Pɪᴇᴄᴇ Gᴀᴍᴇ"
¡Hazte fuerte, cumple los objetivos y ten grandes recompensas. Pero sobre todo ¡Encuentra el gran tesoro!
Tal vez... Tu vida depende de ello.
¿ʟɪsᴛᴏ ᴘᴀʀᴀ ᴊᴜɢᴀʀ...
Pero justo cuando Zeff se giró hacia mí con los brazos cruzados, el sistema parpadeó frente a mis ojos.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Abrí ligeramente la boca, pero no salió sonido. Solo parpadeé. Una vez. Luego otra. El texto seguía ahí. Inamovible. Burlón.
-...Estaré a su cuidado -murmuré, resignado.
Levanté un poco la mirada, intentando sonar más formal, más... neutral.
-Trabajaré aquí... hasta que pueda volver a tierra firme.
Zeff asintió, satisfecho, y en ese momento, como si el universo se empeñara en arruinarme el día, la puerta se abrió sin tocar.
-Viejo, los idiotas de la mesa cinco se están quejando otra vez -dijo una voz juvenil, con tono fastidiado.
Lo vi entrar como si fuera su casa, lo cual, pensándolo bien, probablemente lo era. Delgado, el cabello rubio algo alborotado, y esa ceja de remolino tan característica que giraba hacia la derecha.
Y entonces lo reconocí. Sanji. ¿Quince años? Claramente aún no había zarpado con Luffy, aún no había empezado su viaje...pero ahí estaba, justo frente a mí.
Mi corazón dio un pequeño salto. Pero no moví ni un músculo. No podía. No debía. Me forcé a actuar como si no supiera quién era.
Zeff se levantó con un gruñido, cansado.
-¡Tch! Ya voy -Luego me miró de reojo- supongo que ya conociste a uno de tus nuevos compañeros.
Sanji me miró por primera vez, levantando una ceja.
-¿Y este? ¿Otro inútil que come y no piensa pagar?
Mi ceja tembló y fruncí apenas los labios, conteniendo una respuesta automática. Ok. Esto iba a ser... divertido.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
El Baratie estaba vivo.
Incluso en los pasillos laterales, lejos del bullicio principal, los ecos de risas, pasos y platos chocando seguían presentes, como un pulso constante.