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La noche había tragado los últimos ecos de voces y risas.
Erine se quedó unos segundos bajo la entrada del refugio, mirando el lugar por donde Aren había desaparecido. El viento aún arrastraba restos de conversación entre los árboles, como si no quisiera dejarla sola.
Entonces, alguien salió tras ella.
—No te quedes ahí congelada, Scamander. Ya no estamos en Hogwarts.
Tonks. Erine sonrió casi por instinto al escuchar su voz, era casi como una curita en su corazón.
Con el cabello alborotado, la túnica arrugada y una sonrisa torcida como quien se burla del drama ajeno... aunque lo entienda perfectamente.
—Estaba tomando aire —murmuró Erine, mirándola de reojo.
—¿Y también tomando recuerdos viejos, o eso ya fue sin querer?
Erine no respondió pero sonrió.
Tonks se acercó, cruzando los brazos y dejando caer el peso de su cuerpo contra la baranda de piedra.
—Aren te sigue mirando como si se hubiera quedado atrapado en algún diciembre antiguo.
Y tú lo ves como si no te atrevieras a romper el hechizo.
—Tonks... —
—Solo digo —interrumpió ella con una voz más suave esta vez—... que si no vas a volver atrás, al menos asegúrate de no quedarte atrapada en el medio.
Erine suspiró y frunció el ceño sin querer. Miró hacia el bosque. El frío le enrojecía la nariz, pero no quiso moverse. No se atrevía. Como si un movimiento en falso la pudiera desestabilizar.
—No esperaba que estuviera aquí —confesó con sinceridad.
—No esperaba que Remus me propusiera matrimonio durante una emboscada de mortífagos —respondió Tonks—. Pero así es la vida, ¿no?
Erine sonrió. Pequeña. Honesta. Real.
—¿Estás bien? —preguntó Tonks, más bajito.
—No lo sé.
—Bueno. Eso ya es un comienzo.
Ambas se quedaron en silencio. Por primera vez en toda la noche, fue un silencio cómodo.
Tonks fue quien habló de nuevo.
—Ve a casa. Descansa. O intenta hacerlo. Mañana no será un buen día para los nervios.
Erine asintió.
Tonks la abrazó sin advertencia previa, un gesto fuerte, cálido, completamente Tonks.
—Voy a estar bien —susurró Erine. Más para sí que para su amiga.
—Lo sé. Pero a veces es útil que alguien más lo diga primero.
La casa olía a magia antigua y tinta fresca.
Thalos estaba en su estudio, como casi siempre a esa hora. Una lámpara flotante iluminaba parcialmente su rostro, acentuando las líneas de preocupación que no desaparecían desde hacía meses.
—Hola, criatura nocturna —saludó sin levantar la vista—. ¿La reunión fue intensa?
—Digamos que Tonks se casó, Aren apareció de la nada y Dumbledore casi no habló.
Thalos alzó la mirada entonces.
Una ceja arqueada. Una sonrisa breve.
—Suena... manejable.
Erine entró con pasos lentos, cruzando la estancia hasta apoyarse en el marco de la puerta.
—¿Y tú? ¿Qué haces a estas horas?
Thalos cerró el libro que tenía abierto.
—Revisando algunas cosas de campo. Hay una criatura nueva que apareció cerca de las costas del norte. Necesito entender si es migratoria o fue invocada.
Erine lo observó con detenimiento.
En otro momento, eso habría bastado para que pasaran la noche hablando. Pero hoy, algo en ella se sentía distinto.
—Voy a dormir —murmuró—. O al menos, voy a intentarlo.
Thalos asintió. Antes de que se girara, dijo:
—No importa cómo salga mañana. Lo importante es que estés ahí. Que hagas lo que creas correcto.
Erine se detuvo.
Asintió. Y subió las escaleras sin decir más.
Su habitación estaba silenciosa.
Sobre la cómoda, la placa de aurora recién grabada reflejaba la luz tenue de la lámpara flotante.
Era más pesada de lo que imaginó.
Erine la sostuvo entre las manos, pasando el dedo por su nombre.
ERINE A. SCAMANDER
Oficial del Departamento de Seguridad Mágica
No sonaba a ella. Aún no.
Pero quería que algún día lo hiciera.
Se sentó en la cama con la placa sobre las rodillas. El reloj marcaba las tres y algo. No podía dormir. En su pecho convivían el miedo, la emoción, la ansiedad. Sabía que esa misión podía cambiarlo todo. Que si algo salía mal, no habría segundas oportunidades.
Era su primera misión oficial. Y ya era una de las más importantes de la guerra.
Respiró hondo.
Miró al techo.
Y dejó que el silencio llenara el resto de la noche.
Se giró por tercera vez en la cama, apretando la placa de aurora contra el pecho como si fuera un amuleto.
No funcionaba.
La mente se negaba a descansar. Y sin permiso, Aren Vexley apareció entre sus pensamientos.
No como estaba ahora. Sino como era antes.
Cabello más largo. Más oscuro. Uniforme perfectamente planchado.
Slytherin, por supuesto. Era imposible no saberlo. Lo llevaba como una declaración de guerra.
Nunca se hablaron en Hogwarts. Se cruzaban en pasillos, en el Gran Comedor, en los duelos intercasas. Y aunque nunca intercambiaron palabras, Erine sabía quién era él. Porque siempre la miraba. Breve. Furtivo. Constante.
Y ella... también lo miraba.
Fue años después, ya dentro del Ministerio, que se encontraron en un ascensor encantado, solos, camino a una reunión de iniciación auror.
—Tú eres Scamander, ¿cierto? —preguntó él, sin mirar.
Ella se sorprendió. No por el tono de voz —frío, medido—, sino porque sonaba como si ya la conociera de antes.
—Sí. Y tú eres Vexley, ¿no?
Él asintió.
Un silencio.
Y luego, como si fuera un detalle casual:
—Te vi una vez en Hogwarts. Te caíste por una escalera encantada. Te defendiste del barandal como si fuera un mortífago.
Erine rió, sin poder evitarlo.
—Era un barandal traicionero.
Aren sonrió, apenas. Fue la primera vez que lo vio sonreír. Y desde entonces... algo cambió.
Erine abrió los ojos. De vuelta en su cama. En su habitación. Y ese recuerdo quedó suspendido entre la oscuridad, sin resolver.
Tal vez no se hablaron durante siete años.
Pero desde que lo hicieron, no dejaron de decirse cosas sin palabras.
Y por eso dolía.
Porque ahora, ni siquiera el silencio se sentía cómodo.
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invisible string ✿ charlie weasley
Fanfiction⋅˚₊ ‧ ୨୧ 𝘪𝘯𝘷𝘪𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦 𝘴𝘵𝘳𝘪𝘯𝘨 # . . .ᐟ Erine Scamander nunca pensó que el amor sería parte de su historia. No con todo lo que ha perdido. No con todo lo que le queda por enfrentar. Pero el destino, a veces, solo se enreda en silen...
