ҒᏞᏆᏀᎻͲᏴϴႮΝᎠ ᎻᎬᎪᎡͲ ˊˎ-

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Pero ese día nunca llegó.
Y con cada batalla, con cada marca nueva en su piel, esa esperanza se deshacía más y más. La mirada de su madre seguía siendo dura como el acero, su voz tan áspera como las rocas, no había abrazos ni consuelo. Solo exigencia y deber.

Thyra había aprendido que no todos los corazones estaban hechos para ablandarse, y que algunas personas no sanaban aunque uno se desangrara por ellas. Su madre no era una mujer rota esperando ser curada, era la sombra que la atormentaba, la cadena que la ataba al deber, la voz que hablaba en su mente cada vez que dudaba.

Era un eco constante que le recordaba que no estaba hecha para volar, sino para matar dragones.

Al menos había algo que la mantenía a flote, que le devolvía el aire cuando su mundo se cerraba como una celda sin barrotes: Hipo Horrendo Abadejo III, el hijo del jefe de Berk y su único amigo verdadero.

Él era la calma en medio de su tormenta, el único que le inspiraba confianza sin exigencias ni condiciones. Desde que eran niños, él había estado ahí. Siempre. Con esa curiosidad inquieta que igualaba a la suya, con esa forma suya de mirar el mundo como si cada pequeño detalle, una piedra, una hoja, una criatura herida tuviera algo importante que decir.

Aunque Thyra convivía a diario con otros adolescentes de la aldea, aunque comía y entrenaba con ellos, jamás lograba sentirse segura como cuando estaba junto a él. Con Hipo, no necesitaba endurecer el rostro, ni esconder lo que sentía, ni cargar con la máscara de guerrera perfecta que su madre había moldeado para ella. A su lado, podía simplemente ser.

Sus lazos eran antiguos, Herdis, además de ser fiel guerrera y compañera del jefe, había sido buena amiga de Valka, la madre fallecida de Hipo, a veces, Estoico hablaba de Valka con una ternura que a Thyra le parecía irreal. Hablaba de ella como una mujer noble, comprensiva, una soñadora con el corazón más grande que el cielo. Y, cada vez que lo hacía, dudaba, dudaba que su madre, Herdis Ragnarsson, la misma mujer que exigía perfección sin consuelo, que convertía la ternura en debilidad, hubiera sido amiga de alguien así. ¿Cómo podía un monstruo como ella sentir cariño por una luz tan suave como Valka? Era difícil de imaginar.

Pero volviendo a Hipo, Thyra nunca tenía dudas.

Ellos compartían una amistad cercana, discreta y verdadera, le gustaba lo noble que el joven era, en un mundo donde la fuerza se medía con espadas y cicatrices, él era diferente: compasivo y genuino. Lo llamaban marginado, raro, débil. Se burlaban de su figura delgada, de su torpeza, de su incapacidad de luchar, incluso murmuraban cosas sobre ella, cada vez que los veían juntos.

"¿Qué hace una guerrera como Thyra con ese pescado parlanchín?"

Pero ellos no sabían nada, no sabían que Hipo había estado ahí en los silencios incómodos de su infancia, que la defendía con más valor del que muchos guerreros jamás conocerían, no sabían que entrelazaban sus meñiques cuando eran pequeños como promesa de que nunca estarían solos, no sabían que los abrazos cortos que compartían ahora, torpes y tímidos, estaban cargados de emociones que no sabían nombrar.

Thyra lo veía, veía su fuerza, aunque no viniera de algún arma, lo veía en la forma en que trabajaba en la herrería, inventando artilugios imposibles, construyendo esperanza con hierro y fuego, lo veía cuando dibujaba, cuando sus manos temblaban al trazar criaturas que otros querían destruir, lo veía cuando hablaba de su madre con voz rota, o cuando intentaba una y otra vez demostrarle a Estoico que valía la pena, que algún día él estaría orgulloso.

Para Thyra, Hipo era lo único puro que le quedaba, lo único bueno en una vida que parecía hecha de órdenes, heridas y cicatrices mal cerradas, él le recordaba que la bondad aún existía, que no era necesario matar para ser valioso, que ser diferente no era ser menos, le enseñaba, sin quererlo, que hay otras formas de ser fuerte.

FLIGHTBOUND HEART ━ Hiccup Haddock Où les histoires vivent. Découvrez maintenant