El Secuestro Real

678 113 11
                                        

Addison, Ben y Ryan no sabían dónde estaban. Un par de personas los habían sujetado por detrás y los llevaron a un lugar desconocido. Addison supuso que tal vez era un barco, debido al olor a madera y a los pasos que se escuchaban arriba.

—Genial, era lo último que nos faltaba —dijo Ben.

—Tranquilo, Majestad. Estoy seguro de que los chicos nos encontrarán —respondió Ryan.

—Dime, Ben, presiento que ahora seremos amigos —añadió, divertido.

Ryan rió. Ambos parecían animados, pero algo no andaba bien. Miraron a Addison, que tenía los ojos fuertemente cerrados.

—Addy... ¿qué haces? —preguntó Ben, algo preocupado.

—No me gustan los lugares oscuros ni los espacios tan cerrados. ¿Qué tal si grito? Ya saben, así me sacan y me atan arriba del barco, al menos.

—Addy, no seas exagerada. Y dudo que estemos en un barco.

—Por favor, Ben, ¿quién sabe más de barcos, tú o yo?

—Addison, la única vez que te subiste a uno, casi caes por la borda por jugar a los piratas.

—¡Ya dije que fue culpa de Jane por empujarme fuerte!

—Jane ni siquiera te había tocado.

—¡Oigan! Dejen de discutir tonterías, tenemos problemas más graves —interrumpió Ryan.

Antes de que alguno pudiera hablar de nuevo, alguien bajó hacia donde estaban y se dirigió directamente a Ben y Addison.

—¿Pueden callarse? Se los escucha hasta arriba —dijo con fastidio.

—Lo siento —respondió Ben.

Addison, por su parte, solo lo miró fijamente.

—De hecho, tengo una queja. No me gusta estar aquí, está muy oscuro y muy cerrado. ¿No pueden dejarme ir arriba? Átenme si es necesario, pero no me gusta estar aquí abajo.

El chico la miró y se rió.

—¿Algo más que desee, princesa?

—Presiento que eso lo dijiste sarcásticamente, pero hablo en serio. O de lo contrario, te molestaré todo el día.

El hombre miró primero a Addison, luego a los otros dos chicos.

—Yo le haría caso si fuera tú —dijo Ben.

—A menos que quieras escucharla todo el día —añadió Ryan.

El chico solo de imaginar esa voz chillona hablando sin parar se estremeció. Subió y pidió ayuda para llevarlos arriba. Cuando lo hicieron, los dirigieron hacia unos postes donde los ataron. Addison, por fin, sintió que podía respirar. Ver el mar la tranquilizaba, no era como estaba acostumbrada, pero no le importaba: ella adoraba el mar.

—¿Saben? Si Melody estuviera viendo el mar, estoy segura de que le encantaría —dijo con un sollozo.

Ben y Ryan entendían su dolor, pero ya les estaba afectando un poco lo mucho que hablaba.

—Tranquila, Addy. Ya volverá —dijo Ben.

Addison asintió, triste. Entonces vieron cómo uno de los piratas más jóvenes se acercaba a Addison.

—¿Es verdad que usted es reina? —preguntó uno.

—Así es. ¿Y ustedes son pequeños piratas, verdad?

Los chicos asintieron felices.

—Aunque también podemos ser príncipes si usted lo desea —dijo el otro.

Entre La Corona Y El Mar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora