Abril.
Desperté con el corazón tranquilo por primera vez en días. Guido tenía un brazo rodeando mi cintura, su cuerpo permanecía pegado al mío como si pensara que si me soltaba, alguien iba a volver a intentar arrancarme de él.
Me quedé quieta un rato, escuchando su respiración contra mi cuello. Sintiendo el calor de su piel, el peso de su mano. Queriéndome convencer de que esto era real, que ésto podía ser nuestro día a día. Incluso a pesar de las adversidades.
—¿Estás despierta? —murmuró ronco contra mi oído, afianzando su agarre en mi cintura, apretándose más contra mi.
—Sí... —asentí despacio, cerrando los ojos.
Depositó un beso suave en mi hombro, y nos quedamos así unos minutos más, hasta que el reloj me recordó que el mundo seguía girando, incluso después de los intentos de secuestro, los vampiros hipnotizadores y las peleas en sótanos ocultos.
Tenía una reunión en el teatro. Y por más que hubiera querido quedarme ahí todo el día, sabiendo que afuera Melisa estaba tal vez tramando el fin del mundo, necesitaba salir.
Me moví despacio. Él no protestó, pero su mano en mi cintura se aferró un poco más fuerte.
—¿A dónde vas? —preguntó, sin abrir los ojos.
—Al teatro. Tengo una reunión.
—¿No podés faltar? —Murmuró en voz baja. Su tono era infantil, como un nene pidiéndole a su mamá que lo deje faltar al colegio.
—No, si quiero seguir cobrando, no —Le dediqué una sonrisa y llevé una de mis manos a su cabello, acariciándolo con suavidad. —. Igual, voy a estar bien. Ya está, fue solo un susto.
—Voy con vos.
—Guido...
—Voy. No te pienso dejar sola.
Suspiré rendida, y me levanté, cruzando la habitación, sintiendo el piso frío bajo los pies. En el espejo, mi reflejo me devolvió una imagen más pálida que de costumbre, con ojeras marcadas y la remera de él colgándome como si fuera un vestido.
Me la acomodé sin pensar y volví a mirarlo. Estaba sentado, con las sábanas arrugadas en la cintura, el pelo enredado, y esa expresión de alerta que ya conocía a la perfección. Desde anoche algo se había activado en él, había vuelto a estar en modo de guerra y no había manera de sacarlo de eso.
Me acerqué nuevamente, mis manos descansaron a los lados de su rostro y me permití despistar un casto beso sobre sus labios. Obligándolo a mirarme.
—Estoy bien —murmuré aún contra sus labios—. Estoy con vos. Y eso es lo único que me importa.
Sus manos rodearon de imprevisto mi nuca, aferrandose a ella al apretarme contra él. Sus labios volvieron a atrapar los míos en una mezcla de calidez y necesidad. Al separarse, atrapó mi labio inferior entre sus dientes, dedicándome una sonrisa cómplice.
—Esa remera —dijo, su voz ronca, sin separarse ni un centímetro de mi rostro. —. Me distrae.
Me aparté de él, levantándome con intención de empezar a prepararme. Él permaneció inmóvil, sentado al borde de la cama, con las sábanas cayéndole por la cadera, el torso descubierto, el pelo revuelto y una de esas sonrisas que parecen inocentes hasta que te das cuenta de que están diseñadas para hacerte perder el juicio.

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ESTADO SALVAJE - GUIDO SARDELLI | AIRBAG
VampireElla siempre había deseado que finalmente aquellos ojos que tanto admiraba un día se fijaran en su dirección. Observaba embelesada como sus manos recorrían aquella guitarra, con su cabello rubio descansando sobre sus hombros y su semblante enigmátic...