《𝕰𝖑 𝖙𝖊𝖗𝖗𝖔𝖗 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝖉𝖊𝖒𝖔𝖓𝖎𝖔𝖘》❝De mi sangre vendrá, el guerrero prometido, cuyo poder derrotara al monstruo. Valentía y fuerza heredará, astuto guerrero nacerá y el terror de los demonios obtendrá. La sangre de mi sangre, el apelli...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
KURAI había llegado de otro día de recorrer sin descanso. Su cuerpo cayó agotado en aquel futón, hundiéndose en la suavidad con un suspiro pesado.
Pero, justo cuando el sueño comenzaba a envolverla, las palabras de Kagaya Ubuyashiki resonaron en su mente.
Un acertijo.
Había pasado la tarde en el jardín con él, debatiendo opciones, estrategias, cualquier camino que la acercara a Okamura. Exhausta, tanto de recorrer lugares como de forzar su mente en busca de respuestas, había escuchado lo que Kagaya le dio como última opción:
"Un acertijo."
Kurai no lo entendió en ese momento. Pero ahora, acostada y al borde del sueño, su mente comenzó a repetirlo una y otra vez:
"Donde el sol muere y la niebla nace, tras el rugido de piedras que nunca yacen. Siete pasos tras la sombra del cuervo, y allí hallarás lo que teme el invierno. La senda se esconde tras Yama no Noroi, donde pocos caminan y nadie volvió."
Una vez.
Dos veces.
Tres veces.
Kurai lo repetía en su cabeza, tratando de descifrarlo incluso en la bruma del sueño.
Cuatro.
Cinco.
A la sexta repetición, un escalofrío recorrió su espalda, seguido de una sensación abrumadora, como si algo invisible se estrellara contra su cuerpo.
Kurai inhaló bruscamente, sus ojos se abrieron de golpe en busca de aire, pero lo único que encontró fue…
Oscuridad.
El ambiente se había vuelto diferente.
Había frío.
El sonido de las ramas crujiendo, las hojas movidas por el viento y el canto intermitente de los grillos se filtraban en sus oídos.
Kurai abrió los ojos.
Ante ella, un acantilado rocoso se alzaba imponente, oscuro y eterno.
No respondía a su cuerpo.
Sus pies comenzaron a alejarla de allí, como si estuviera ida, como si algo invisible la guiara.
Antes de perderlo de vista, miró por última vez el acantilado.
La voz de Kagaya resonó en el aire, etérea: "Tras el rugido de piedras que nunca yacen."
Sus pasos la llevaron por un sendero dificultoso, el mismo por el que su padre la guiaba en sus sueños.
Entonces, algo llamó su atención.
Un árbol solitario, con una marca extraña en su tronco: una espiral negra alargada, como una sombra que parecía moverse con el viento.