Bienvenida a la Isla

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Mal y Melody habían llegado a la Isla. Melody se sentía algo extraña debido al nuevo ambiente en el que estaba. Mal le había dicho que primero pasarían a visitar a una vieja amiga. Melody no opinó, solo accedió; después de todo, para ella, Mal era quien ponía las reglas.

Cuando llegaron al lugar, vieron un gran letrero que decía: Curl Up & Dye. Al entrar, observaron a una chica que, según calculó Melody, tendría su edad. Bailaba animadamente mientras barría, hasta que las vio.

—¡Mal! —gritó.

Se sacó los auriculares que llevaba puestos y corrió a abrazarla. Melody se sintió feliz; parecía que ambas se querían mucho. Al separarse del abrazo, la chica miró a Melody.

—A ti no te conozco.

—Ella es Melody, hija de Ariel y Eric, y hermana de una buena amiga mía —explicó Mal.

—Bueno, Melody, soy Dizzy, hija de Drizella, una de las hermanastras de Cenicienta. Un placer conocerte —dijo haciendo una pequeña reverencia.

—El placer es mío —respondió Melody, imitando el gesto.

Dizzy miró a Mal con curiosidad.

—¿Evie también volvió?

Mal solo negó con la cabeza. Dizzy asintió, algo triste.

—Olvidé que no abren hasta medianoche... todo se ve igual —comentó Mal—Entonces, ¿cómo van las cosas? ¿Tu abuela ya te asignó algún cliente?

—Una bruja de vez en cuando... más que nada limpiar, recoger y barrer... mucho que barrer —suspiró Dizzy.

—Eso suena como la historia de Cenicienta —dijo Melody.

—Pasó de ser madrastra malvada a abuela malvada...

—No es un gran cambio —comentó Mal, sonriendo—. Oye, Dizzy, ¿tú peinabas a Evie, no?

—Sí, las trenzas fueron idea mía.

—¿Se te ocurre algo para mí?

Dizzy se acercó con una mueca de disgusto.

—¿Rubio platinado con puntas moradas? No se nota dónde termina tu cara y empieza tu pelo. ¿Y tus uñas rosas? ¿En serio?

Mal se sentó en una silla y luego miró a Dizzy.

—¿Cuánto puedo trabajar?

—Lo que quieras. Luego lo vas a sentir como mal... pero mucho peor.

Dizzy soltó un grito de alegría y luego miró a Melody.

—Esto tardará un tiempo. Puedes mirar si quieres.

Melody asintió con una sonrisa. Mientras Dizzy trabajaba, Melody observaba todo a su alrededor. Había frascos de tintura por todas partes, y se preguntó si alguno le quedaría bien. Luego encontró un par de joyas que parecían hechas a mano. Admiraba el trabajo de Dizzy; a pesar de estar en la Isla, se notaba que se esforzaba mucho, y eso le pareció admirable.

Había pasado casi una hora cuando Dizzy terminó. Melody observó a Mal: su cabello lucía hermoso. El morado sin duda era su color, y se veía feliz con el cambio.

—¿Qué te parece? —preguntó Dizzy.

—Me encanta. ¿Tú qué opinas, Mel?

—El morado es tu color, sin duda.

Mal rió y luego le hizo a Dizzy una seña con la cabeza que Melody no entendió. Dizzy se acercó a ella, algo apenada.

—Oye, Melody...

Entre La Corona Y El Mar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora