Cien Noches | YosoyPlex y Adridobylus

59. Miami

Capítulo 59

Miami

—Jhonny Walker.—son las siete de la mañana. Me encantaría saber porque Borja tiene una botella de un litro de alcohol.

—Cómpratela.—tampoco sé porque Adri le está animando. Es demasiado pronto para estas cosas.

—Pero como le vas a decir que se compre un litro de alcohol.—Dani los mira como si de pronto se hubiera despertado en Narnia.

—Hombre Plex, una fiesta no hace daño a nadie.—me muerdo el labio aguantándome la risa. Justo donde tengo la herida.

—Borja, pero que es hora de un café no de fiesta.—bostezo.

—Un carajillo.—insiste.—Venga Plex.

—Pero como le vas a decir que no con esa carita.—añade Kruffy. Tiene razón, desde la pelea con Lili no le había visto sonreír así. Parece que poco a poco está recuperando la ilusión.

Aunque sea con una botella de alcohol.

—Yo te la compro.—el acento rasposo de Ganga interrumpe la conversación.

Y así es como el niño del grupo consigue su bebida.

Nuestro vuelo a Miami es súper temprano, así que aprovecho para dar una cabezada. Ayer por la noche estuve editando hasta tarde, arropada en los brazos de Dani y con Kruffy quejándose en voz alta cada vez que las muestras de afecto público se volvían demasiado molestas.

Me gustaría poder ir en el asiento de al lado de Plex. Pero le han hecho sándwich entre el mánager y Ganga y lo han alejado de mí. Hace tiempo que no nos sentamos juntos en el avión, como al principio de conocernos, cuando vuelo si y vuelo también iba encajada entre sus hombros anchos y una ventanilla.

—¿Cómo lo estás llevando?—me pregunta Kruffy cuando me ayuda a bajar la maleta del compartimento superior. Acabamos de aterrizar, me pican los ojos de la maravillosa cabezada que acabo de dar.

—Con sueño.—me quejo colgándome la bolsa de viaje al hombro.

—Me refería a lo de Plex.—se ríe quien se está volviendo mi mejor amigo.

Ah.

Estoy cansada. O que se me está pegando su ceguera permanente y el no enterarme de nada.

—Pues tal y como te imaginas que lo estoy llevando.—suspiro. Bajando las escaleras de la aeronave, delante mía, va el youtuber.

Lleva una camiseta azul eléctrico que resalta el moreno de sus brazos y una gorra dada la vuelta. Me vuelve loca lo guapo que es y lo bien que le queda absolutamente todo lo que se pone.

Como si se hubiese dado cuenta de que le estaba mirando, se gira y mira por encima de su hombro. Nuestras miradas chocando. Una sonrisa amplia se dibuja sobre sus labios, y antes de darse la vuelta de nuevo, para seguir escuchando lo que sea que le está contando Paconi, me guiña un ojo.

—Por lo menos no parece que haya problemas en el paraíso.—con eso y una palmadita en la espalda, Kruffy me anima a seguir bajando.

Lo que más odio de entrar a Estados Unidos, y pasa cada vez que vengo, es la horrible sensación de ser un criminal que te hacen sentir. Los agentes de seguridad esperan en la recepción con perros, para que no pases drogas ni nada ilegal. Luego te hacen pasar un escáner mientras una señora con una cara de querer arrancarte uno a uno los pelos de las cejas te grita que vayas más rápido.

Nadie aquí parece estar teniendo un buen día y con la diferencia horaria son solo las diez de la mañana.

—¿Control de agricultura?—pregunta Dani leyendo las señales.