Seguimos corriendo hasta que entramos en un pasillo mucho más oscuro que los anteriores, el piso es más rosco y áspero, nuestros zapatos se oyen raspar y el aire es aún más frío, diviso cuadros amontonados a los lados, velas y pedazos de maderas desperdigados. Y en medio de todo eso Arath me señala una puerta con una vela tallada.
De su hombro cada vez nace más sangre, y sin evitarlo comienzo a preocuparme. Entramos en ella, y cuando lo hacemos no espero ver que está ahí al otro lado. Es otra biblioteca, pero mucho más pequeña, no cómo el laberinto del que acabamos de salir. Y al igual que por la que entramos está también tiene una vela tallada. Arath cae al piso con una mano en la frente. Y otra estabilizando cuando se sienta en esa superficie. Miro a todos lados sin saber que hacer, vuelvo a mirarlo.
—¡Espera! ¡Revisaré si hay algo que sirva!—Doy varios pasos atras, con incertidumbre de ver que encuentro en está nueva biblioteca.
—No, quédate. Nada de lo que encuentres me va a curar. Es magia de espíritus, y maligna—Cierra los ojos cómo si eso le ayudará a reagrupar sus pensamientos. Me siento a un lado, muy nerviosa, observando cómo la sangre cae poco a poco.
—Dime cómo te ayudo—Susurro más nerviosa que nunca, el corazón latiendo desembocado. Gira sus ojos hasta los míos y de inmediato siento cómo me analiza, cada signo de mi rostro lo observa atento, concentrado y tranquilo con una herida desangrándose en su hombro.
—¿Puedes usar magia?—Pregunta cauteloso y con desconfianza. Niego mirándolo a los ojos, a dos posos violetas vacíos. Eso lo toma por completa sorpresa, alza las dos cejas, el primer gesto honesto que me deja ver.
—Perfecto, acercáte—El tono de voz que emplea es exigente. No hay diversión en él, frío y malicioso, con una expresión seria me insiste.—¿Vas a dejarme morir?
Con sólo decir eso me levanto en mis dos rodillas, a un lado de él, me acerco lo más que pueda. En silencio, nerviosa, angustiada y preocupada por quién intento matarme hace días.
La mano libre, me señala el sitio al lado de su regazo. Con el vestido subiéndose por mis piernas, dejándolas a su vista y sirviendome cómo colcha cuando me siento a su lado, tocando su costado con el mío.
No deja de mirarme, sentirlo mientras me inclino hacía él me hace sentir en intimidad, en una posición y situación de dos amantes. Miro a otro lado que no sean sus ojos cuando termino inclinando la parte superior de mi cuerpo por completo hacia él. Dejo mis manos a los lados de mi muslos con la mirada en el piso.
—¿Y Ahora?—No sabía que mi voz pudiera escucharse tan tímida y baja hasta que lo pronuncié.
—Muestrame tús manos.—No sabía lo que hacía hasta que se las enseñé con naturalidad. Sin acordarme del gran anillo en mi dedo anular.—¿Portandote mal, eh?
—¿Qué?—A través de sus ojos miré lo que veía en mí. ¡Mi anillo! Tragué saliva, apreté el estómago y dejé escapar un suspiro, todo para que no notará mi cara de desagrado que sólo al recordar a mi futuro marido apareció.—Entonces, ¿te quieres terminar de desangrar o te curamos?—Pregunto desviando la atención. Sé que lo notó, mi voz no ocultó lo mal que me cayó su comentario.
Escucho su risa, baja, suave y espeluznante, llena de crueldad disfrazada de diversión. Vuelve a mirarme, pero está vez sus ojos son dos cuchillos fríos con las cejas un poco juntas.
—Quitate el anillo.
Y cómo si me lo ordenara mi madre, lo hago, no porque el me lo ordenara con voz autoritaria, si no porque cada vez que lo veo pesa más, cada vez más me siento más frustrada y amarrada a un destino que no quiero que sea el mío. Él metal dejó un anillo pálido en mi piel. Miro la sortija en mis dedos, guardandola dentro de mí zapato, me giro ahora adelante, apoyando mis manos en mis muslos.
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A Я A T H
Mystery / ThrillerEn la Academia Real, las sonrisas son armas y los susurros, trampas. Entre salones de mármol y lecciones de traición, ella solo quería pasar desapercibida. Hasta que él cruzó su camino: un príncipe con ojos de tormenta y una elegancia que enmascara...
