Capitulo 16

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POV – Eijirou Kirishima

El celular aún estaba sobre la cama, con la pantalla apagada, pero la carga emocional seguía flotando en el aire. Minutos antes, Bakugou había estado llorando en silencio, con el ceño fruncido y las manos temblorosas mientras pasaba una a una las fotos guardadas en su galería. Fotos nuestras. Algunas desenfocadas, otras tontas, muchas de esas que yo tomaba cuando él no se daba cuenta. Risas, abrazos, besos. Momentos que él no podía recordar... pero que su corazón reconocía de alguna forma, porque las lágrimas cayeron solas, sin que él las entendiera del todo.

Ahora estábamos sentados en el borde de la cama, la luz del amanecer filtrándose por las cortinas y tiñendo su cabello dorado de un tono cálido, casi suave. Le pasé un dedo por la mejilla para secarle el último rastro de lágrima. Su mirada, algo perdida, volvió a enfocarse en mí. Se veía tan vulnerable, tan lejos del Bakugou explosivo que todos conocían, pero tan cerca del que solo yo tenía el privilegio de ver.

—Ya va a estar todo bien —le dije, con una sonrisa tranquila—. No necesitas recordarlo todo hoy. Solo... vivámoslo otra vez, juntos.

Él asintió, lento, tragando saliva.

—No me gusta sentirme así, Kirishima. Como si todo lo que tuvimos estuviera enterrado bajo tierra y yo cavara con las putas manos desnudas.

Le tomé la cara entre las manos, con delicadeza.

—Entonces yo te ayudo a cavar.

Por un momento, no dijo nada. Solo cerró los ojos y apoyó la frente contra mi hombro. Se quedó así un rato. Respirando. Volviendo a ser él. Después, se incorporó y gruñó bajito.

—Quedamos que íbamos al parque, ¿no?

—Sí —le respondí, aliviado por el cambio—. Y no trajiste ropa, así que vas a tener que usar la mía.

Me puse de pie y caminé al armario, buscando entre mis camisetas. Escogí una que a mí me quedaba justa —una gris oscura con el diseño desgastado de una banda vieja—, y se la lancé con una sonrisa.

—Te va a quedar bien. Esa a mí me marca los brazos, pero tú eres un poco más delgado ahora que estás sin tanto entrenamiento. Aunque sigues teniendo esos hombros...

Bakugou atrapó la camiseta al vuelo, la examinó con cara de "qué mierda es esta", y se la puso sin responder. Me crucé de brazos mientras lo observaba.

Quedaba perfecta. El algodón se adaptaba a su torso de forma tan natural que parecía hecha para él. No tan ajustada como me quedaba a mí, pero marcaba lo suficiente para que me quedara mirándolo como tonto por unos segundos.

—¿Qué? —gruñó, al verme sonreír.

—Nada. Me encanta cómo te queda. Podrías robármela si quieres.

—Ya estoy robándotela, de hecho. Idiota.

Se giró hacia el armario y sacó unos pantalones deportivos negros que tenía guardados para entrenar. A mí me quedaban ajustados en los muslos... a él, le quedaban sueltos. Le caían bajo la cadera con ese aire relajado, descuidado, y tuvo que ajustarlos con el cordón para que no se le bajaran más de la cuenta.

—Tus pantalones son enormes para mí, ¿qué clase de troncos tienes por piernas?

—¡Hey! No los insultes, mis piernas son parte de mi encanto.

—Sí, sí, tus "piernas sexys" —bufó, burlón, mientras se miraba en el espejo con el ceño fruncido—. Mierda... parezco que vine a pasar el día en tu casa después de una fiesta.

Recuerdos de lo que fuimos (Kiribaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora