𝗘𝗫𝗧𝗥𝝠

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—  🍂  ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

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— 🍂  ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛɪᴏɴ

- ¡Sam! ¡¡Sam esperaa!! - Gritaba Kalani, una niña de diez años, descalza y despeinada, mientras corría a toda velocidad tras su hermano mayor.

- No puedes venir Kal - Dijo un Sam de catorce años sin siquiera mirarla, acostumbrado a que su hermana le pisara los talones como si fuera su sombra.

- ¿Y por qué no? ¿Acaso vas a hacer algo secreto con Paul? - Le sacó la lengua, sin aliento, pero sin rendirse.

Paul, trece años, estaba apoyado contra una bicicleta vieja, comiéndose una manzana a mordidas gigantes. Al ver a Kalani venir corriendo, rodó los ojos y miró a Sam con fastidio.

- Otra vez tu gremlin.

- No soy un gremlin, soy una niña normal, ¿¡ok!? - Espetó Kalani, cruzándose de brazos frente a ellos.

- ¿Normal? - Repitió Paul, levantando una ceja con una sonrisita burlona - Los niños normales no hablan dormidos ni pelean con ardillas.

- ¡Esa ardilla me miró feo! - Kalani chilló, ofendida.

Sam se pasó las manos por la cara. Iba a decirle que se fuera a casa cuando, como enviada del cielo (o del infierno, dependiendo de a quién le preguntes), apareció Jennifer, la mamá de ambos.

- ¿Qué está pasando aquí? - Preguntó con voz cansada, cargando una bolsa de mandado.

- Nada, ma', Kalani quiere seguirnos - Dijo Sam, ya resignado.

- Pues llévensela. Y cómprenle un helado, ¿sí? Si quieren seguir jugando, agárrenla un ratito - Dijo Jennifer, señalándolos con un dedo - Y uno grande, no me le anden comprando cucurucho mini que luego me llega llorando.

Kalani sonrió, victoriosa.

- Yo quiero uno de chicle. Gigante. Con gomitas arriba.

Paul soltó una carcajada seca, resignado al destino.

- ¿Por qué siempre le toca ganar?

- Porque soy adorable - Dijo Kalani, girando sobre sí misma como una bailarina descoordinada.

Sam suspiró y empezó a caminar hacia la heladería, seguido por su hermana que no dejaba de hablar sobre los diferentes tipos de sabores que tenía planeado mezclar. Paul los siguió arrastrando los pies.

- Si le compras uno de chicle, dice que te deja en paz - Murmuró Sam.

- No lo creo. Va a hablarme igual mientras se lo come - Refunfuñó Paul.

Llegaron a la heladería. Kalani se pegó al mostrador como si fuera una misión de vida.

- ¡Ese! ¡Ese de chicle con chispas moradas! ¡Ese!

- No tiene morado, eso es azul, Kalani - Dijo Paul.

- No, es morado. Lo veo con mi ojo izquierdo.

- Tu ojo izquierdo está mal.

- ¿Quieres pelear?

Paul rió más fuerte, con la cabeza echada hacia atrás, y Sam terminó sacando un billete arrugado que tenía en el bolsillo. Le compró el helado. Kalani se lo arrebató con los ojos brillando como si acabara de ganar la lotería.

- Gracias, ya no les voy a dar lata.

- ¿Eso es un trato real? - Dijo Paul

- No das lata Kal - Dijo Sam mientras le revolvía el cabello a su hermanita.

- ¡Mmmm! - Respondió Kalani con la boca llena de helado, ya corriendo hacia la banca más cercana para comer.

Sam se sentó al lado de Paul, viendo a su hermana disfrutar como si estuviera en un festival.

- ¿Sabes qué es lo peor? - Dijo Paul, mordiéndose un pedazo de galleta.

- ¿Qué?

- Que me cae bien la enana esa. Pero no se lo digas.

Sam se rió - Demasiado tarde, voy a usarlo como chantaje.

Paul solo lo empujó con el hombro, mientras Kalani al fondo gritaba - ¡SE ME CONGELÓ LA CABEZA!

Era un día cualquiera en la reserva. Caótico, ruidoso, lleno de arena y azúcar derretido... pero al final del día, solo eran niños siendo niños.

𝗣𝗥𝝝𝗧𝗘𝗖𝗧𝗜𝝝𝗡  |  ᴾᴬᵁᴸ  ᴸᴬᴴᴼᵀᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora